Tribunal Constitucional |
"El elemento más violento en la sociedad es la ignorancia".
Emma Goldman
Denis Diderot
La Ley Integral contra la Violencia de Género (LIVG) está fundamentada en un prejuicio:
1. La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que,
como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y
las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce
sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de
quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de
afectividad, aun sin convivencia."
Lo que está en color azul va entre comas. Eso significa que es una mera explicación, que podría ponerse al final y no cambiaría el sentido de lo dicho. Así:
1. La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que se ejerce
sobre las mujeres por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de
quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de
afectividad, aun sin convivencia, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y
las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
Obviamente, esta ley manifiesta de entrada que se basa en un prejuicio: la violencia que perseguirá de forma específica es la ejercida por varones contra mujeres que son o han sido su pareja, y explícitamente sostiene que esos casos son (todos) manifiestaciones de una discriminación, una situación de desigualdad entre los hombres y las mujeres. Es decir, unas circunstancias machistas. Eso es sin duda falso. Y sólo puede mantenerse desde el prejuicio. Un prejuicio que ignora que ni siquiera una situación de desigualdad "estructural" (como suele calificarse) justifica su presunción de "universalidad", que es lo que hace la ley. Los derechos humanos protegidos por la Constitución son derechos individuales, y ninguna situación "estructural" o general puede servir para vulnerar esos derechos fundamentales desde una presunción no probada. Es decir, desde el prejuicio.
Este prejuicio no es un mero error gramatical, pues esto podría corregirse fácilmente y no se hace (con mala fe). En definitiva, la LIVG es hoy por hoy una ley basada en un prejuicio sexista porque se quiere ejercer una discriminación basada en el sexo a sabiendas (disimulándolo, mal, al aparentar sin éxito que se basa en el machismo cultural -género-). Es una prueba de que en España vivimos bajo un totalitarismo feminista (pincha).
Podría corregirse la ley (y evitar que el criterio real de discriminación sea el sexo) convirtiendo la oración explicativa (la que está en azul) en una oración especificativa. Para reforzar la especificidad de lo perseguido y evitar equívocos que pudieran vulnerar el principio de presunción de inocencia, podría exigirse la carga de la prueba y enunciar ese artículo de la ley así:
1. La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que se ejerce
sobre las mujeres por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de
quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de
afectividad, aun sin convivencia, siempre que se pruebe que se trata de una manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y
las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
Mientras no se modifique esta ley en los términos que acabo de enunciar (o en otros semejantes o con los mismos efectos), en España se está vulnerando la Constitución (pincha).
Por lo que a mí respecta, el Tribunal Constitucional puede decir misa. Yo no comulgo, ni de la mano de curas ni de la mano de esos individuos nombrados a dedo por los partidos políticos para ocupar un Tribunal que debería impedir a esos mismos partidos políticos vulnerar la Constitución a placer.
¡Independencia del Tribunal Constitucional, YA!
Al comienzo recordábamos una frase de tinte socrático de Emma Goldman: "El elemento más violento en la sociedad es la ignorancia". Pero le añadimos una corrección de Denis Diderot: "La ignorancia está menos lejos de la verdad que el prejuicio". La conclusión es que la LIVG (una ley basada en un prejuicio sexista), es una ley que actúa como el elemento más violento en la sociedad. Una ley propia de un feminismo psicópata en un Estado psicópata (pincha).
Cada vez son menos aquellos que pueden alegar ser inconscientes de su grave responsabilidad en este asunto. Ni siquiera cabe imputarles una ignorancia supina. Hay que hablar ya de mala fe.
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