Constanza Miriano |
Con motivo de la publicación de un libro de la italiana Constanza Miriano titulado Cásate y sé sumisa se ha disparado la polémica. Unos piden la retirada del libro, por ejemplo: las asociaciones de mujeres que dirigen el lobby feminista español; la Junta de Andalucía; el partido político Izquierda Unida; el exdelegado del Gobierno del PSOE para la Violencia de Género, Miguel Lorente; la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno del PP, Ana Mato, o el propio partido del Gobierno, el PP. Otros, en clara minoría (no es para menos), lo justifican. Por ejemplo: el arzobispo de Granada, que es el creador de la editorial que lo ha publicado, Nuevo Inicio. Fernando Savater se toma a broma la cuestión, y reparte leña a diestra y siniestra. Recomienda al Arzobispo publicar otro libro, en compensación, dirigido a los hombres y titulado Cápate y ve a misa. Y añade: "Seguramente tampoco influiría demasiado en las costumbres, como va a pasar con el otro, pero quizá tranquilizase un poco a la ministra de Igualdad".
Sin embargo, ni unos ni otros, ninguno de ellos ha reparado (ni reparará) en la importancia del segundo libro de la autora sobre este asunto (y éste no es una broma), de inmediata aparición. La segunda parte de la obra de Constanza Miriano se titula Cásate y da la vida por ella, y va dirigido, obviamente, a los varones (lean en qué términos lo comentan la autora y una segunda comentarista en este enlace).
Aquí, la autora, Constanza Miriano, responde a una entrevista en marzo de 2012:
La sola lectura del título de esta segunda obra ("Cásate y da la vida por ella") nos da la clave del título de la primera. Es la explicación lógica del primer libro: "Cásate y sé sumisa".
Aquí, la autora, Constanza Miriano, responde a una entrevista en marzo de 2012:
- Entonces, ¿el hombre domina?
- El hombre está llamado a servir de una manera diferente: debe estar “listo a morir por su esposa, como Cristo murió por la Iglesia”. Su papel no es más fácil que el nuestro.
- ¿Está preparando otro libro?
- Sí, estoy analizando la siguiente frase de san Pablo a los Efesios: “Maridos, estad dispuestos a morir por vuestras esposas…”. Si la mujer tiende a controlarlo todo, el hombre tiende al egoísmo. Por eso su llamada es la del heroísmo. El próximo libro es para ellos.
- “Todos se lo han tomado [el libro Cásate y sé sumisa] como un discurso sobre a quién le toca lavar los platos”, reconoce a Aleteia Costanza Miriano, “cuando estamos hablando de una realidad mucho más profunda”. En realidad, este libro forma parte de una serie, que sigue con los hombres: “Cásate y da la vida por ella”, que también prevé su próxima venta. “En realidad, al hombre la exigencia es mucho mayor, creo que sale perdiendo bastante más”, bromea.
- Con esta serie, la Miriano lo que quiere es en realidad un nuevo descubrimiento de lo que es el matrimonio. "Estos dos mandatos, al hombre y a la mujer, no se comprenden sin la idea cristiana de lo que es la persona y el matrimonio: la unión de dos seres con un infinito deseo de ser amados, pero con una pobreza enorme a la hora de amar".
- Cuando san Pablo (de quien la autora toma pie para los títulos de sus dos libros) habla a la mujer de someterse y al hombre de dar la vida, en realidad “lo hace en esta clave: el hombre tiene un gran problema, y es su tendencia al egoísmo, a no ver más allá de sí mismo. En este sentido, el hombre de hoy debe volver a encontrar el valor para ser un héroe como en la película ‘Los Increíbles’ (Pixar-Disney), de perder su vida en lo cotidiano”.[Dejo aquí la reseña de Wikipedia sobre el argumento de la película 'Los Increíbles' y el enlace a la web de Disney con una sinopsis de esa película. Resulta obvio que no hace falta que la señora Miriano nos recomiende una película con héroe protector... Realmente hay una sobrecarga de eso hasta el hastío, ya sea exigida por la demanda de películas de acción o directamente porque el héroe masculino siga siendo valorado (o presentado como valioso). Más bien sería conveniente, por tanto, todo lo contrario, para fomentar una crítica social hacia esa clase de modelos masculinos que el cine difunde y ayuda a perpetuar].
La sola lectura del título de esta segunda obra ("Cásate y da la vida por ella") nos da la clave del título de la primera. Es la explicación lógica del primer libro: "Cásate y sé sumisa".
El nuevo libro es, por tanto, y aunque suene muy bien, la verdadera fuente del mal que todo el mundo ve en el primero... ¿Cuántas veces habrá que repetirlo? Parece que muchas, ya que los defensores de Constanza Miriano no ven en la segunda parte mal alguno, y los críticos tampoco...
Si los hombres (y no las mujeres) tienen el deber de enfrentar la violencia que rodea a los seres humanos en la naturaleza y en la sociedad para morir por la patria o la tribu y para "proteger" a su familia y a su pareja ("estando dispuesto a morir por ella", como decía San Pablo y repite Constanza Miriano), la consecuencia lógica es que los "protegidos" deban sumisión a su protector (de la misma manera que un 'proveedor' alimenta a seres que serán necesariamente 'dependientes' de él). Y el corolario es éste: la ausencia de esa sumisión en la pareja en un contexto en el que la obligación de protección esté vigente producirá, de forma absolutamente previsible, explosiones de violencia. Comprendo que resulte aparentemente secundario que los hombres abandonen su papel "protector". Pero por eso lo señalo. Es esencial (nada secundario). Es una condición necesaria para que las parejas no tengan el sesgo "protector"/"sumisa", violento en sí mismo, que conduce a explosiones de violencia machista con la "insumisión", sea ésta esporádica o radical.
Si una mujer espera de un hombre que, por ejemplo, la proteja de hombres molestos y acosadores y le premia por ello sexualmente; si un hombre que no se exponga ante esos hombres molestos sabe que habrá perdido su 'dignidad como hombre' y, así, su recompensa, entonces ¿qué ocurrirá cuando ese hombre orgulloso de su 'hombría' vea (o sospeche) que su pareja recibe complaciente, y no molesta, las palabras de otro hombre? ¿Qué ocurrirá cuando la vea salir (como tantas veces se cita como ejemplos de machismo) vestida con una falda muy corta o con un gran escote en unas fechas en las que no les va demasiado bien como pareja y la confianza está mermada? Tendremos a un hombre con el 'deber' de marcar su territorio (frente a acosadores molestos) a quien al mismo tiempo se estará diciendo que 'no debe' marcar su territorio, pues no debe 'someter' a su pareja de un modo "machista" cuando a ella no le parece oportuno... Una vez más hay que repetir que esto es contradictorio. Que es muy comprensible (por objetivo) que ese hombre sienta que se le está tomando el pelo (incluso su posición resulta un tanto ridícula, y ridiculizable hasta la humillación que hace prever la violencia)... Que la 'sumisión' de la mujer es el resultado lógico del deber de "protección" adjudicado a los varones. Y que la pretensión de un final de la sumisión de la mujer pasa por el final del deber de protección adjudicado a los varones. Adjudicado a los varones por la sociedad machista, con la colaboración activa de las mujeres, naturalmente. Algo que, sin embargo, se oculta permanentemente. Por ejemplo, en este extenso reportaje de EL PAÍS publicado en mayo de 2013 y titulado La violencia machista sobrevive en las parejas más jóvenes. El párrafo que destaco más abajo muestra hasta dónde llegan las contradicciones de quienes tienen el monopolio del discurso en torno a esta clase de violencia en España. Se reconoce aparentemente que se trata de un problema social (no individual), pero finalmente se sitúa el problema en los hombres (como si las mujeres no tuvieran nada que ver con la construcción social del machismo) y, particularmente, en una supuesta necesidad de dominio sobre la mujer que algunos hombres tendrían para construir su identidad como hombres. Una necesidad individual (aunque sólo masculina) que se mantiene sospechosamente inexplicada:
1. La violencia del maltratador no tiene su explicación en un etéreo "ansia de dominación" (sospechosamente extrapolable, y a menudo extrapolado, a todos los varones) cuyo origen parece insondable. Ese torpe diagnóstico hace muy difícil resolver el problema. 2. La propia autora escribe que hay que decirles a las chicas que "el problema no es suyo, sino de él". Y sin embargo no aporta ni una sola clave para resolverlo... Algo que le agradecerían no sólo los maltratadores, sino sobre todo las víctimas a las que ella dice querer ayudar. 3. Cuando un chico le dice a una chica "haz el favor de no ponerte esa falda, que no quiero que vayas por ahí provocando" (nótese que la señora Pérez Oliva recurre el ejemplo habitual) no necesariamente está ese chico comportándose como un machista... Tal vez está simplemente preocupado (y no puede siquiera mostrar esa debilidad) porque será él quien tendrá que poner la cara cuando alguien la moleste a ella... Seguramente sabe muy bien que es muy probable que ella espere eso de él. Pero la señora Oliva ha olvidado decirles a las chicas que no deben esperar eso de sus chicos, porque entonces ellos tendrán todo el derecho a exigirles a ellas que eviten problemas que ellos tendrán que resolver. La sumisión es la consecuencia lógica de tener un "protector". No nos fijemos sólo en el chico celoso al que molesta ver a su chica sonreír a otro. Quizá esa misma chica demanda de su novio que le espante a los acosadores que a ella le resulten molestos. El "malote" suele ser un buen guardaespaldas. Y también un perfecto candidato a maltratador. Dígaselo a las chicas.
Fíjense en este cartel difundido con motivo del día internacional contra la violencia de género:
La violencia no es una excreción o secreción surgida de ninguna esencia masculina, ni una elección de un espíritu maligno masculino (hay feminazis que imaginan tales cosas), sino una realidad en la naturaleza donde quiera que querarmos mirarla. Y ya va siendo hora de que enfrentar la violencia no sea parte del rol sexual adjudicado socialmente a los varones... Si se educa a alguien con el deber de enfrentar la violencia por tener el sexo que tiene y se le valora por hacerlo de ese modo (y se le menosprecia por no hacerlo), estamos educando individuos "protectores" y necesariamente dominantes. Quien es educado para ejercer la agresividad será agresivo, y no siempre al gusto de todos (primer motivo para no adjudicar esa clase de deber a alguien así como así y sin la preparación necesaria). Muy probablemente llegará a ser agresivo contra el gusto de quien se ha servido de su agresividad cuando le ha convenido (segundo motivo para eliminar ese deber de protección).
Si una mujer espera de un hombre que, por ejemplo, la proteja de hombres molestos y acosadores y le premia por ello sexualmente; si un hombre que no se exponga ante esos hombres molestos sabe que habrá perdido su 'dignidad como hombre' y, así, su recompensa, entonces ¿qué ocurrirá cuando ese hombre orgulloso de su 'hombría' vea (o sospeche) que su pareja recibe complaciente, y no molesta, las palabras de otro hombre? ¿Qué ocurrirá cuando la vea salir (como tantas veces se cita como ejemplos de machismo) vestida con una falda muy corta o con un gran escote en unas fechas en las que no les va demasiado bien como pareja y la confianza está mermada? Tendremos a un hombre con el 'deber' de marcar su territorio (frente a acosadores molestos) a quien al mismo tiempo se estará diciendo que 'no debe' marcar su territorio, pues no debe 'someter' a su pareja de un modo "machista" cuando a ella no le parece oportuno... Una vez más hay que repetir que esto es contradictorio. Que es muy comprensible (por objetivo) que ese hombre sienta que se le está tomando el pelo (incluso su posición resulta un tanto ridícula, y ridiculizable hasta la humillación que hace prever la violencia)... Que la 'sumisión' de la mujer es el resultado lógico del deber de "protección" adjudicado a los varones. Y que la pretensión de un final de la sumisión de la mujer pasa por el final del deber de protección adjudicado a los varones. Adjudicado a los varones por la sociedad machista, con la colaboración activa de las mujeres, naturalmente. Algo que, sin embargo, se oculta permanentemente. Por ejemplo, en este extenso reportaje de EL PAÍS publicado en mayo de 2013 y titulado La violencia machista sobrevive en las parejas más jóvenes. El párrafo que destaco más abajo muestra hasta dónde llegan las contradicciones de quienes tienen el monopolio del discurso en torno a esta clase de violencia en España. Se reconoce aparentemente que se trata de un problema social (no individual), pero finalmente se sitúa el problema en los hombres (como si las mujeres no tuvieran nada que ver con la construcción social del machismo) y, particularmente, en una supuesta necesidad de dominio sobre la mujer que algunos hombres tendrían para construir su identidad como hombres. Una necesidad individual (aunque sólo masculina) que se mantiene sospechosamente inexplicada:
- “El machismo está muy arraigado en una parte del inconsciente colectivo, aunque cada vez menos en el comportamiento”, sostiene Consuelo Madrigal, fiscal de sala de Menores, que define la violencia de género como una “patología social”, más que individual. “La educación en la igualdad afecta a algunos aspectos, pero no cala en todos porque hay hombres que aún necesitan construir su identidad a partir del dominio y de la posesión sobre la mujer”, añade.
- Tras años de avances en igualdad, los expertos alertan de que falla la educación y de que sigue dominando una visión romántica del amor en la que las chicas lo aguantan todo, seducidas por una figura dominante y protectora
1. La violencia del maltratador no tiene su explicación en un etéreo "ansia de dominación" (sospechosamente extrapolable, y a menudo extrapolado, a todos los varones) cuyo origen parece insondable. Ese torpe diagnóstico hace muy difícil resolver el problema. 2. La propia autora escribe que hay que decirles a las chicas que "el problema no es suyo, sino de él". Y sin embargo no aporta ni una sola clave para resolverlo... Algo que le agradecerían no sólo los maltratadores, sino sobre todo las víctimas a las que ella dice querer ayudar. 3. Cuando un chico le dice a una chica "haz el favor de no ponerte esa falda, que no quiero que vayas por ahí provocando" (nótese que la señora Pérez Oliva recurre el ejemplo habitual) no necesariamente está ese chico comportándose como un machista... Tal vez está simplemente preocupado (y no puede siquiera mostrar esa debilidad) porque será él quien tendrá que poner la cara cuando alguien la moleste a ella... Seguramente sabe muy bien que es muy probable que ella espere eso de él. Pero la señora Oliva ha olvidado decirles a las chicas que no deben esperar eso de sus chicos, porque entonces ellos tendrán todo el derecho a exigirles a ellas que eviten problemas que ellos tendrán que resolver. La sumisión es la consecuencia lógica de tener un "protector". No nos fijemos sólo en el chico celoso al que molesta ver a su chica sonreír a otro. Quizá esa misma chica demanda de su novio que le espante a los acosadores que a ella le resulten molestos. El "malote" suele ser un buen guardaespaldas. Y también un perfecto candidato a maltratador. Dígaselo a las chicas.
Fíjense en este cartel difundido con motivo del día internacional contra la violencia de género:
No se combate la violencia de género con estos mensajes a chicos y chicas |
- Evidentemente, "hazme lo que quieras" puede significar "elige", y él ha de elegir "cuidarla", en un sentido que también la compromete a ella a cuidarle a él. Pero "hazme lo que quieras" tiene también como referencia una frase de contenido sexual que a nadie se le escapa. Esta es precisamente la transacción tradicionalmente machista: sexo a cambio de "protección". De ahí que la respuesta "y la cuidé" tenga esa obvia lectura indeseable.
El sentido de las palabras está (objetivamente) en la tradición. Las interpretaciones de cada uno son subjetivas. Si se lanza un mensaje público ha de ser inequívoco. Éste no lo es. Y lo grave es que una interpretación del mismo anclada en la tradición más arraigada es muy dañina. Perpetúa los estereotipos.
La violencia no es una excreción o secreción surgida de ninguna esencia masculina, ni una elección de un espíritu maligno masculino (hay feminazis que imaginan tales cosas), sino una realidad en la naturaleza donde quiera que querarmos mirarla. Y ya va siendo hora de que enfrentar la violencia no sea parte del rol sexual adjudicado socialmente a los varones... Si se educa a alguien con el deber de enfrentar la violencia por tener el sexo que tiene y se le valora por hacerlo de ese modo (y se le menosprecia por no hacerlo), estamos educando individuos "protectores" y necesariamente dominantes. Quien es educado para ejercer la agresividad será agresivo, y no siempre al gusto de todos (primer motivo para no adjudicar esa clase de deber a alguien así como así y sin la preparación necesaria). Muy probablemente llegará a ser agresivo contra el gusto de quien se ha servido de su agresividad cuando le ha convenido (segundo motivo para eliminar ese deber de protección).
Si se quiere romper definitivamente con el sometimiento en el que algunas mujeres viven respecto a algunos hombres en la pareja; si se quiere romper con las relaciones de pareja basadas en el machismo tradicional, va siendo hora de despertar y reconocer que, en un Estado civilizado, es el Estado quien tiene el monopolio de la violencia. Que no son los hombres (ni las mujeres), por el hecho de serlo, quienes tienen el deber de enfrentar la violencia que rodea a sus semejantes o a su pareja. Que una cosa es hacerlo en el grado que la prudencia nos dicte y otra muy distinta es el "deber" de hacerlo por razón de tu sexo... Y que sólo en la medida en que esta obviedad vaya calando de verdad entre nosotros (varones y mujeres) podremos atisbar una sociedad en que sea una rareza la violencia machista en la pareja. Y no me refiero aquí a la violencia en la pareja en general, la padezca un varón o la padezca una mujer (por razones variadas, múltiples y semejantes en ambos casos), sino a la violencia 'machista' en la pareja, o violencia 'de género' en la pareja, definida sin ambigüedad y sin intereses oscurantistas, y aun sexistas, al modo feminazi, que prefiere meter en ese saco, de un modo completamente gratuito y, repito, sexista, toda violencia padecida por una mujer en el ámbito de la pareja, corrompiendo el sentido mismo del concepto feminista de 'violencia de género' y dictando leyes incuestionablemente injustas como la vigente en España. Algo de lo que intentan aprovecharse, además (por si no fuera suficiente con el sexismo de la ley), algunas mujeres que denuncian malos tratos inexistentes (sin ir más lejos, una joven fue detenida la víspera del día contra la violencia de género por acusar en falso a su exnovio). Mientras tanto, el día 27 de noviembre fue asesinada otra chica a manos de su exnovio. Lejos de abordarse el problema de la violencia de género en la pareja de una forma seria y crítica, en España se ha legislado desde el acriticismo ideológico dogmático. Esa herramienta no resuelve los problemas del machismo. Los agrava. Y añade otros problemas nuevos.
Habrá que repetir todo esto... Seguro.
Una amiga me ha dicho que hablar del machismo y de la violencia es como la cuestión del huevo y la gallina. Obviamente, fue primero el huevo... Pero, ello al margen (que ya tenemos bastante), en este caso el lector puede elegir.
Una opción le llevará a ver la violencia en la naturaleza. No le costará, pues está por todas partes y está en la base de la selección natural que explica la evolución de las especies. Esa explicación añadirá que las sociedades humanas se han organizado durante cientos de miles de años (en todas partes) de un modo sexista en base a ese entorno violento. Esa ha sido una forma de organización más adaptativa que otras. La violencia explica el origen del machismo (véase aquí la explicación del antropólogo Marvin Harris, desde la perspectiva del materialismo cultural). Por la misma razón (entre otras, económicas y demográficas), es con la aparición del Estado civilizado (monopolizador de la violencia) cuando la organización machista de la sociedad se convierte en inútil e incluso contraproducente.
La otra opción es la contraria: el machismo es el origen de la violencia (por ejemplo, en este artículo publicado en EL PAÍS el 26 de enero de 2014: El varón, arma de destrucción masiva). Claro que entonces hay que explicar de dónde surge el machismo, y no vale la trampa habitual de dejarlo en el aire (no es el caso del artículo de EL PAÍS mencionado, donde se despejan todas las dudas en el mismísimo título)... No vale dejar en el aire la explicación por una simple razón. Porque al colocar la causa del machismo en el lugar de las consecuencias las opciones explicativas se complican mucho. Tanto que sólo queda una: el machismo surge del ansia dominador de los hombres instalado en su naturaleza. Ese ansia dominador sería la expliación del machismo y de la violencia en el mundo. Es la opción feminazi. Es la opción del artículo de EL PAÍS mencionado antes, pues no puede entenderse de otro modo su sugerencia de que acabando (y sólo acabando) con los hombres podríamos llegar al final de la violencia (el final de la violencia de los hombres, claro, pero eso no lo entiende nuestro autor, preso como está del racismo sexista más infame):
Como digo, el lector puede elegir. Pero una explicación es intelectualmente ridícula y éticamente sexista. La otra no es ninguna de las dos cosas.
Un mensaje final:
Una opción le llevará a ver la violencia en la naturaleza. No le costará, pues está por todas partes y está en la base de la selección natural que explica la evolución de las especies. Esa explicación añadirá que las sociedades humanas se han organizado durante cientos de miles de años (en todas partes) de un modo sexista en base a ese entorno violento. Esa ha sido una forma de organización más adaptativa que otras. La violencia explica el origen del machismo (véase aquí la explicación del antropólogo Marvin Harris, desde la perspectiva del materialismo cultural). Por la misma razón (entre otras, económicas y demográficas), es con la aparición del Estado civilizado (monopolizador de la violencia) cuando la organización machista de la sociedad se convierte en inútil e incluso contraproducente.
La otra opción es la contraria: el machismo es el origen de la violencia (por ejemplo, en este artículo publicado en EL PAÍS el 26 de enero de 2014: El varón, arma de destrucción masiva). Claro que entonces hay que explicar de dónde surge el machismo, y no vale la trampa habitual de dejarlo en el aire (no es el caso del artículo de EL PAÍS mencionado, donde se despejan todas las dudas en el mismísimo título)... No vale dejar en el aire la explicación por una simple razón. Porque al colocar la causa del machismo en el lugar de las consecuencias las opciones explicativas se complican mucho. Tanto que sólo queda una: el machismo surge del ansia dominador de los hombres instalado en su naturaleza. Ese ansia dominador sería la expliación del machismo y de la violencia en el mundo. Es la opción feminazi. Es la opción del artículo de EL PAÍS mencionado antes, pues no puede entenderse de otro modo su sugerencia de que acabando (y sólo acabando) con los hombres podríamos llegar al final de la violencia (el final de la violencia de los hombres, claro, pero eso no lo entiende nuestro autor, preso como está del racismo sexista más infame):
- "Reconozcámoslo: los varones son el mayor arma de destrucción masiva que ha visto la historia de la humanidad, y hay unos 3.500 millones de ellos por ahí sueltos. Podemos prohibir las armas largas, las armas cortas, las minas antipersona, las bombas de fósforo o de fragmentación, las armas bacteriológicas, químicas y nucleares, pero al final estaremos siempre en el mismo sitio: detrás de cada arma habrá un varón".
Como digo, el lector puede elegir. Pero una explicación es intelectualmente ridícula y éticamente sexista. La otra no es ninguna de las dos cosas.
Un mensaje final: