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viernes, 9 de septiembre de 2011

Clara Menéndez debe elegir: ciencia o ideología


Clara Menéndez (pincha) es profesora de Investigación. Es coordinadora del Programa de Salud Materna y Reproductiva en el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB), Hospital Clinic/ Universitat de Barcelona y Centro de Investigaçao em Saude de Manhiça (CISM), Mozambique. Y es Premio Príncipe de Asturias de Cooperacion Internacional.

EL PAÍS ha publicado hoy un artículo de opinión de esta investigadora (pincha) que reproduzco íntegramente más abajo. Se titula Si los hombres tuvieran que parir..., y sus tesis son básicamente dos:  
  1. "El desequilibrio de géneros en el liderazgo de la investigación científica y médica puede influir en la priorización de la investigación y, por tanto, en el efecto de la misma. La ausencia de la participación femenina en posiciones de liderazgo contribuye a que la investigación prioritaria se guíe por el carácter masculino, lo que permite pensar que afecta al modo en que se tratan los temas específicos de la mujer". "¿Se habría acelerado la aplicación de la anestesia epidural en el parto si hubiera habido más mujeres liderando la investigación y la práctica médica? Se podría especular que sí".
  2. "Es necesario un cambio de actitud tanto por parte de los hombres como de las mujeres para lograr la igualdad de género en la investigación". "Aun no siendo una medida popular, alcanzar este objetivo va a requerir el establecimiento de cuotas, es decir, discriminación positiva. Se trata de que a méritos equivalentes se favorezca la elección del sexo menos representado". "Está demostrado que la falta de diversidad en la toma de decisiones lleva a resultados más bajos de lo esperado y a una mentalidad de pensamiento de grupo (group think) que se refleja en la tendencia a minimizar conflictos, así como a tratar de llegar a acuerdos sin un análisis crítico de las ideas propuestas. La falta de equilibrio de género es aún más grave cuando se refiere a la investigación, ya que esta se basa en la innovación y en la generación de nuevas ideas, lo cual se estimula y fomenta en ambientes diversos y no uniformes". "Cambiar la situación actual depende de que todos estemos convencidos de que romper la barrera entre géneros en el liderazgo de la investigación es, ante todo, una cuestión de justicia, que, además, mejorará la eficiencia de la investigación, beneficiando el progreso científico y, por tanto, a toda la sociedad". 
Retomando el título y sus dos tesis, entendemos entonces la última oración de su artículo: "Quizás así logremos que futuras madres no solo en España sino también en lugares menos favorecidos se enfrenten a la maternidad con menos temor".

Su tesis número 1 es una tesis con aspiraciones científicas, pues está aparentemente basada en hechos. Sin embargo, es una tesis falsa. Los hechos la contradicen clamorosamente. Sin salir de España y sin tener que ir en busca de ejemplos que no salten a la vista. Veamos: el suicidio es la principal causa de muerte no natural en España (por encima de los accidentes de tráfico). Las causas de ese hecho no son azarosas, sino que han de investigarse desde la Sociología, pues se trata de un hecho sociológico. Pues bien, ocurre que el 80% de los que se suicidan en España son varones. Otro hecho sociológico. ¿Puede explicar la señora Menéndez por qué el liderazgo masculino en la investigación no se traduce en estudios "prioritarios" de "carácter masculino" sobre las causas sociales del suicidio masculino? (80% en España). No puede explicarlo. Esos estudios, injustificablemente, no existen. Su tesis es falsa.

Su tesis número 2 es una tesis de carácter moral o político, pues pertenece al ámbito de lo que debe hacerse porque se entiende que es justo y porque beneficia a toda la sociedad. Pero además, y para no quedarse en ese ámbito de lo moral y político, afirma que debe hacerse porque "mejora la eficiencia de la investigación", lo cual le permite presentar esta tesis como si estuviera apoyada en el estricto interés de la investigación científica
Pregunta para la señora Menéndez: ¿por qué no propone usted un equilibrio en el liderazgo (hoy femenino) en la investigación de las cuestiones de género (la sociología feminista, o sociología de género, como podríamos llamarla) si, además de ser justo, "ese equilibrio mejoraría la eficiencia de la investigación", beneficiando el "progreso científico" y, por tanto, a toda la sociedad? Me parece que no está usted pidiendo una normativa de cuotas que afecte a esta clase de investigaciones... ¿O sí? Si está usted pidiendo eso también, creo que debe ser más explícita... Porque yo creo que no, que eso no lo está pidiendo usted (menudo lío con la ideología feminista instalada en el poder se le presentaría a usted si dijera eso con claridad)... Tal vez cree que eso no sería "justo" en este caso particular, lo cual mostraría que su investigación tiene una base ideológica (ni científica ni moral) de fondo... Puede que usted no esté dispuesta a mantener que en este caso las cuotas beneficiarían a toda la sociedad (pese a que ha escrito que el equilibrio beneficia el progreso científico y, "por tanto", a toda la sociedad -una cosa lleva a la otra-), si le ciegan a usted las bases ideológicas, interesadas, de su investigación mencionadas antes; pero no veo cómo puede usted dejar de exigir que esas cuotas se impongan inmediatamente para "mejorar la eficiencia de la investigación" y para "beneficiar el progreso científico". 
Sólo puede guardar silencio al respecto si sus intereses ideológicos (acríticos e interesados) subordinan a los intereses científicos hasta el punto de perjudicarlos (impidiendo así, "por tanto", un beneficio para toda la sociedad y para la justicia).



Como he anunciado antes, pego debajo el artículo publicado hoy en EL PAÍS:


ELPAIS.COMOpinión

TRIBUNA: CLARA MENÉNDEZ

Si los hombres tuvieran que parir...

El ejemplo de la medicina sirve para ilustrar el desequilibrio que hay entre hombres y mujeres en posiciones de liderazgo en el ámbito profesional. Esto puede influir en las prioridades en los temas de investigación

CLARA MENÉNDEZ 09/09/2011

Hay frases que se escuchan con frecuencia en las salas de dilatación de los servicios de obstetricia: "Si los hombres tuvieran que parir el mundo se habría acabado... o la anestesia epidural se habría inventado hace un siglo y sería obligatoria y gratuita". Pero en España el uso habitual de la anestesia epidural en el parto en los hospitales públicos tiene apenas 15 años; si bien para la mayoría de las mujeres que dan a luz en el mundo este es un procedimiento impensable.
¿Se habría acelerado la aplicación de la anestesia epidural en el parto si hubiera habido más mujeres liderando la investigación y la práctica médica? Se podría especular que sí.
El ejemplo de la medicina es uno de los más ilustrativos del desequilibrio que existe entre hombres y mujeres en cuanto a las posiciones de liderazgo que ocupan en el ámbito profesional. Según el último informe de la OCDE, en España el 64% de los médicos menores de 35 años son mujeres, la cifra más alta de la OCDE; y, sin embargo, solo el 12% de los puestos de dirección en el ámbito sanitario y menos del 4% de los catedráticos de Medicina o directores de centros de investigación lo son. En la investigación científica el escenario es muy parecido, con un mayor número de mujeres en los puestos de asistente de investigación y escasez en los de profesores. Entre las razones que se apuntan para explicar la progresiva feminización de la medicina y la investigación biomédica, está la emigración de los hombres hacia profesiones más lucrativas, socialmente más reconocidas y que, además, por lo general requieren menos formación, como la informática o las finanzas. Curiosamente, el debate sobre la feminización de la salud en general se está centrando en su impacto negativo en lo económico -más bajas por maternidad, más sustituciones-, mientras que el desequilibrio entre número y liderazgo en cuanto a su impacto social -lo cual significa dar prioridad a los problemas de salud- es ignorado.
El desequilibrio de géneros en el liderazgo de la investigación científica y médica puede influir en la priorización de la investigación y, por tanto, en el efecto de la misma. La ausencia de la participación femenina en posiciones de liderazgo contribuye a que la investigación prioritaria se guíe por el carácter masculino, lo que permite pensar que afecta al modo en que se tratan los temas específicos de la mujer. Las enfermedades cardiovasculares son un ejemplo de cómo la prevención, detección y manejo de la enfermedad están influidas por la diferente percepción del riesgo por parte del médico: se asume que las mujeres tienen menos posibilidades de padecer estas enfermedades y, por tanto, reciben menos atención. Está por comprobar si esta infravaloración del riesgo resulta en una mayor mortalidad evitable por causas cardiovasculares.
La mortalidad materna es quizás el mejor ejemplo de cómo el predominio masculino en la investigación en salud global puede influir en la toma de decisiones: es el único Objetivo de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas que apenas ha cambiado en los últimos 20 años. A pesar de su relevancia como indicador de salud pública, rara vez forma parte de la agenda internacional de investigación en salud. ¿Podría un incremento en el número de mujeres líderes en la investigación en salud global situar la salud materna como tema prioritario y cambiar así la inaceptable situación actual?
Es discutible que una participación más equilibrada de género en el liderazgo de la investigación no afecte a la priorización o al enfoque de la misma. Sin embargo, ejemplos de otras actividades de la sociedad sugieren que una mayor diversidad de género suele tener un efecto positivo. Por ejemplo, el incremento de la participación femenina en posiciones de liderazgo gubernamentales ha resultado en un aumento de la atención dedicada a solucionar problemas que afectan principalmente a las mujeres. Del mismo modo, la participación femenina en los consejos de administración de las empresas ha derivado en una mayor pluralidad en la aproximación a los problemas y propuesta de soluciones. Está demostrado que la falta de diversidad en la toma de decisiones lleva a resultados más bajos de lo esperado y a una mentalidad de pensamiento de grupo (group think) que se refleja en la tendencia a minimizar conflictos, así como a tratar de llegar a acuerdos sin un análisis crítico de las ideas propuestas. La falta de equilibrio de género es aún más grave cuando se refiere a la investigación, ya que esta se basa en la innovación y en la generación de nuevas ideas, lo cual se estimula y fomenta en ambientes diversos y no uniformes.
¿Se puede hacer algo más desde el ámbito individual? Es necesario un cambio de actitud tanto por parte de los hombres como de las mujeres para lograr la igualdad de género en la investigación. El tan mencionado techo de cristal en la promoción de la mujer a puestos de liderazgo y responsabilidad se ha explicado desde una óptica reduccionista, apelando a las dificultades de conciliación entre la vida familiar y profesional que fundamentalmente afectan al sexo femenino. Siendo esto cierto, no es la única explicación de la existencia de este techo. La menor consideración hacia las mujeres en la selección de puestos de responsabilidad es parte de un círculo vicioso en el que los hombres solo ven a otros hombres para dichos puestos. Por otro lado, ellas también deben cambiar su frecuente resistencia a la autopromoción y volverse más visibles. Por ejemplo, deberían aprender a crear redes de contactos, algo que los hombres desarrollan con rapidez y practican con éxito, y que son instrumentos fundamentales a la hora de considerar a candidatos para determinados puestos, sobre todo de liderazgo.
Todas estas medidas pueden ser aún insuficientes para conseguir la igualdad de género en el corto o incluso medio plazo. Aun no siendo una medida popular, alcanzar este objetivo va a requerir el establecimiento de cuotas, es decir, discriminación positiva. Se trata de que a méritos equivalentes se favorezca la elección del sexo menos representado. Esta estrategia fue introducida en los países escandinavos, donde, por ley, las empresas públicas o que reciben financiación pública tienen que tener un mínimo del 40% de representación de cada género. El caso de Noruega es un ejemplo de cómo la aplicación de la ley de cuotas ha logrado el objetivo esperado con un aumento significativo en la proporción de mujeres en los consejos de administración desde el 7% al 44% en ocho años. El caso noruego, con una de las tasas de natalidad más altas de Europa, es también un ejemplo de cómo la conciliación familiar/laboral no es un problema cuando existen los medios adecuados que la facilitan; solo se necesita priorizarlos, lo cual viene seguramente impulsado por la presencia de mujeres en los puestos de liderazgo. En España la Ley de Igualdad se introdujo en 2007, pero es una normativa tímida que se limita a recomendar a las empresas la representación equilibrada de géneros en sus consejos de administración. Está por ver si cumplirá su objetivo de aumentar dicha representación para 2015 desde el 8% actual, bastante inferior al 12% de la media de la UE.
La aplicación de cuotas en la dirección de la investigación médica y científica puede tener aún más detractores que en las empresas, pero es posiblemente la única solución para en un plazo medio de tiempo reducir el actual desequilibrio que no se justifica por la falta de mujeres adecuadamente formadas para ello. Cambiar la situación actual depende de que todos estemos convencidos de que romper la barrera entre géneros en el liderazgo de la investigación es, ante todo, una cuestión de justicia, que, además, mejorará la eficiencia de la investigación, beneficiando el progreso científico y, por tanto, a toda la sociedad. Quizás así logremos que futuras madres no solo en España sino también en lugares menos favorecidos se enfrenten a la maternidad con menos temor.
Clara Menéndez es profesora de Investigación. Coordinadora del Programa de Salud Materna y Reproductiva. Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB), Hospital Clinic/ Universitat de Barcelona y Centro de Investigaçao em Saude de Manhiça (CISM), Mozambique. Premio Príncipe de Asturias de Cooperacion Internacional.

lunes, 22 de agosto de 2011

La discriminación 'positiva' entraña necesariamente discriminación negativa


El feminismo surgió para la igualdad. En principio, para la igualdad ante la ley. Pero ahora se ha impuesto como hegemónico un feminismo que exige la DESIGUALDAD ANTE LA LEY para aspirar a la "IGUALDAD" DE OPORTUNIDADES... Este feminismo, el FEMINISMO REAL de hoy, es un enemigo de la igualdad ante la ley por este motivo. Es más, su defensa de la "igualdad" de oportunidades se centra exclusivamente en la igualdad estadística, numérica, entre los varones y las mujeres como grupos sexuales, no como individuos... No se trata de que "Luisa" y "Pedro" (por poner nombres propios) tengan las mismas oportunidades, sino de que "el número de mujeres" y "el número de varones" que hay en ciertos cargos sea semejante. Y claro, para eso es necesario seguramente que "Luisa" goce de ciertos privilegios respecto a "Pedro". Es decir, que no tengan las mismas oportunidades... Por tanto, este feminismo real de hoy es, al tiempo, enemigo de la igualdad ante la ley y enemigo de la igualdad de oportunidades. Ambos son derechos de los individuos y de ninguna otra entidad abstracta.
"Bruselas cree que sin medidas la igualdad costará 50 años". Ojo, no se habla de la igualdad de oportunidades entre un hombre y una mujer cualesquiera, sino de la igualdad cuantitativa del número de hombres y mujeres que ocupan cargos (y ello pese a que el número de candidatos y candidatas no sea ni parecido). Por eso, y dadas las medidas previstas para alcanzar esa clase de "igualdad", al mismo tiempo que algunas mujeres lograrán acceder a cargos que les suelen ser negados (aunque también las hay que no los ocupan porque no están dispuestas a restar tiempo a su vida familiar), otras mujeres que no lo merecerían pueden aprovechar ciertos privilegios durante los próximos años a costa de varones que serán discriminados negativamente. 
Las empresas y organismos pondrán en sus cargos de responsabilidad a mujeres que lo merecen en primera instancia (en el mejor de los casos), pero finalmente colocarán también a otras mujeres que no lo merecen simplemente para evitar penalizaciones exigidas por las cuotas... La discriminación "positiva" favorable a todas las personas de un sexo entraña necesariamente una discriminación negativa a las personas del sexo opuesto. La discriminación "positiva" hacia las mujeres olvida que sólo algunas mujeres (las que lo merecen) deben ser apoyadas para que puedan acceder a los cargos que de otro modo acaso no llegarían a ocupar. 
Decir que "no importa que haya mujeres que son apoyadas injustamente porque siempre ha habido varones incompetentes que han ocupado cargos" es inaceptable. Precisamente lo que se hace al aludir a estas injusticias pretendiendo justificar aquélla es reconocer que la discriminación positiva es una medida política injusta.
La igualdad de oportunidades permite un margen de maniobra respecto a la igualdad ante la ley, que se ve forzada entonces a ser flexible... Muy bien. Pero la igualdad de oportunidades es, también, UN DERECHO INDIVIDUAL, y nunca puede ser tomada como un derecho de LOS SEXOS... Los derechos son de los individuos.
Lo que he dicho vale tanto para los cargos políticos en los partidos y en el Estado como para las políticas de empleo. Respecto a éstas, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad (se refiere a igualdad de oportunidades -fundamentalmente, de los sexos, y no tanto de las personas-, no confundir con el derecho constitucional a la igualdad ante la ley de las personas...) aprobó el 17 de mayo de 2011 una Orden por la que se creó el Registro de las empresas con distintivo "Igualdad en la Empresa" (pincha). El 11 de julio de 2011 aprobó otra Orden convocando el procedimiento para la concesión del distintivo correspondiente a 2011 y estableciendo sus bases reguladoras (pincha). Echa un vistazo a este último BOE, en particular, a lo dispuesto en el apartado séptimo, "criterios de valoración y proceso de evaluación".
Por lo que se refiere a las cuotas para cargos de responsabilidad en las empresas en Europa, lee este reportaje de EL PAÍS del 22 de agosto:

REPORTAJE

La cuota de mujeres avanza en la UE

Francia, Bélgica, Italia y Holanda obligan por ley a sus empresas a fomentar el liderazgo femenino - Bruselas cree que sin medidas la igualdad costará 50 años

MARÍA R. SAHUQUILLO - Madrid - 22/08/2011 EL PAÍS

Las mujeres se van haciendo un hueco en los consejos de administración de las empresas europeas. Eso sí, a golpe de ley. Desde principios de año, cuatro países de la UE -Francia, Holanda, Italia y Bélgica- han aprobado leyes que imponen una cuota mínima de mujeres en los órganos de decisión de sus empresas. Un paso histórico. Y controvertido. Pero al margen de la polémica, y de quienes se muestran contrarios a lo que definen como "intervencionismo de los Gobiernos", parece que la medida funciona. En Francia, aunque aún falta para que la ley entre en vigor a pleno rendimiento -las empresas disponen de tres a seis años para adaptarse-, la presencia femenina en los consejos es cada vez mayor (en algunas compañías se ha duplicado).
En otoño, la Comisión instará a los Gobiernos a acelerar sus planes
España y otros cuatro países tienen normas de paridad en la política
En la UE, la presencia femenina en la alta dirección es de un 12%
La autorregulación, que funciona en los nórdicos, no resulta en otros lugares

Así, tras años de apostar por planes de igualdad y códigos de autorregulación sin mucho éxito, estos países han optado por la medida más efectiva: la cuota obligatoria. En Bélgica, Italia y Holanda las mujeres deberán ocupar -con periodos de adaptación- un tercio de los sillones de los órganos de gobierno de sus grandes empresas. En Francia, este porcentaje será de un 20% en tres años y de un 40% en seis. Nada que ver con la situación actual. En Italia, las mujeres representan apenas el 5% de estos puestos; en Bélgica suponen el 10%, en Francia el 12% y en Holanda el 15%.
Y la tónica general es común en toda Europa. Las féminas ocupan, de media, el 12% de los puestos de los consejos de administración en el sector privado. Un porcentaje menudo que se convierte en paupérrimo si se tiene en cuenta que, desde hace años, las mujeres suponen el 60% de los graduados universitarios. Ellas se forman pero no escalan. La UE busca corregir esta realidad: al ritmo actual, si no se toman medidas, se tardará 50 años en lograr la igualdad, alertan.
Esta previsión llevó el pasado mes de marzo a la Comisión Europea a lanzar un ultimátum a las empresas: o incorporan a más mujeres en los puestos de responsabilidad o tomará medidas correctivas. Y estas probablemente tendrán forma de cuota mínima. Al estilo de Francia, Bélgica u Holanda, donde las incumplidoras serán sancionadas, y siguiendo el ejemplo de Noruega, donde la ley dicta desde hace años que los órganos de dirección de las empresas deben emplear a un mínimo de un 40% de mujeres.
Esta medida reforzará otras ya vigentes en cinco países -Francia, España, Portugal, Bélgica y Luxemburgo- que han regulado por ley la paridad política en las listas electorales: 60%-40%. En otras naciones, los partidos tienen libertad para elaborar las listas, aunque muchos (sobre todo nórdicos) se rigen por normas internas que garantizan la paridad.
Aún quedan siete meses para que venza el plazo de un año fijado por la vicepresidenta de la Comisión y titular de Justicia, Viviane Reding, que admite que aún tiene esperanzas de que funcione la conciencia social y económica en las cúpulas empresariales; y por tanto la autorregulación. "Las cosas se están moviendo gracias al gran debate que hay en Europa sobre la igualdad en los consejos de administración", opina la comisaria por correo electrónico.
Reding pidió en marzo a las empresas europeas que se comprometieran por escrito a cumplir ciertos compromisos: emplear, como mínimo, a un 30% de mujeres en sus órganos de dirección de aquí a 2015. Un porcentaje que deberá aumentar al 40% antes de 2020. Siete empresas -entre ellas la multinacional de cosméticos, moda y productos de lujo LVMH o la consultora española FES- han firmado ya el acuerdo. "Si no hay un progreso creíble en marzo de 2012, estaremos preparados para tomar las medidas legislativas necesarias a nivel europeo para lograr esa meta", asegura convencida la vicepresidenta Reding.
De hecho, reconoce una portavoz de Justicia de la Comisión, un grupo de expertos de esa dirección general trabaja ya en un posible paquete de medidas, por si la autorregulación no ofrece los resultados deseados y Bruselas se decanta por regular. Para ello, la Comisión cuenta con el respaldo del Parlamento, que en julio -en línea con dos recomendaciones anteriores- exigió medidas concretas para imponer el sistema de cuotas si el año que viene no ha mejorado la situación.
Pero aún quedan fórmulas intermedias. Y una cómoda es que sean los propios países -como de hecho está ocurriendo- los que tomen la iniciativa. Además, en septiembre, Reding pedirá a los ministros encargados de estos asuntos -en España lo es la de Igualdad- que promuevan la firma del compromiso de autorregulación. Además, aconseja a las compañías cómo cumplir con los objetivos marcados sin perjudicar a los miembros masculinos de los órganos directivos: sustituir a cada uno de ellos que se jubile por una mujer. Una fórmula que también se recoge en la legislación belga, que prevé que hasta que la presencia femenina sea de un tercio, cada vez que el mandato de un consejero expire, le sustituya una mujer.
"En una situación económicamente difícil es esencial utilizar el potencial de las profesionales bien formadas, ahora mismo desaprovechado. Los estudios indican que la diversidad en los consejos de administración es positiva para la empresa", argumenta Reding. No obstante, imponer una cuota mínima no deja de ser una fórmula polémica. Y a pesar de su avance, no todo el mundo está de acuerdo con que sea el Estado quien regule. Asociaciones del sector privado, como el Círculo de Empresarios, ya se han pronunciado en contra de una medida "innecesaria", que además acaba con el sistema meritocrático.
Carlos Obeso, director del Instituto de Estudios Laborales de la escuela de negocios Esade, tiene una visión muy distinta. "La capacidad profesional de las mujeres es igual a la de los hombres. Sin embargo, la realidad es que están desigualmente representadas en el mercado laboral. Las cuotas por tanto son un elemento regulador. La opinión de que las cuotas facilitan que las incapaces accedan a puestos de responsabilidad es una tontería. De lo que se trata es de lo contrario: de que las mujeres capaces accedan a puestos que la realidad les niega", opina.
Pero el sector privado no es el único que no ve tan clara la medida. Alemania, donde la ley marca que por cada nombramiento para un puesto de dirección debe haber al menos una candidatura (o proposición) femenina, lo debatió durante meses. Sin embargo, la canciller Angela Merkel rechazó de plano una eventual normativa de cuotas. A pesar de que en ese país la presencia femenina en la alta dirección es solo del 13%, Merkel sigue apostando por los códigos de buenas prácticas.
También existen fórmulas intermedias. Como la aplicada por Austria, que en marzo de este año aprobó una ley para implantar una cuota mínima en todas las compañías públicas o con participación del Estado de al menos el 50%. Esas compañías tienen hasta 2013 para incrementar hasta el 25% la presencia femenina, que tendrá que ser de un 35% en 2018.
En otros países, el debate de las cuotas ni siquiera está sobre la mesa. Portugal, Eslovenia o Luxemburgo, a pesar de su desequilibrio de género, no tienen ningún plan. Ni siquiera de autorregulación. Un sistema que ha funcionado bien en lugares como Finlandia o Suecia. Allí las mujeres representan el 26% de los puestos de toma de decisión corporativos, por lo que no se plantean regular con cuotas.
La economista experta en temas de género Carmen Castro cree que, a pesar de la apuesta de la UE, la autorregulación no es efectiva. "Los criterios del corporativismo masculino y la inercia en algunas prácticas, como la que lleva a los directivos a seleccionar a otros directivos, actúan como mecanismos de resistencia", afirma. "Y eso revela que si se quiere lograr un resultado más igualitario hacen falta medidas a corto plazo, no solo recomendaciones", añade.
Recomendaciones como la que existe en España, donde la ley de igualdad fija un objetivo de paridad para 2015, al que la realidad -solo un 10% de los puestos de responsabilidad de las empresas del Ibex 35 están ocupados por mujeres- ni se acerca. Y es que la norma no obliga, solo aconseja. Castro esgrime el ejemplo de Bélgica, un país en el que, a pesar de sus códigos de buenas prácticas empresariales fomentados desde el Gobierno, el liderazgo empresarial femenino retrocedió del 18% en 2004 al 12% en 2010. "Bienvenida por tanto la ley de cuotas", zanja la economista.

Leyes recientes

- Italia. Las compañías italianas que cotizan en Bolsa y las de participación pública deberán tener en sus consejos de administración un tercio de mujeres. La fecha límite para aplicar la ley es 2015.
- Holanda. Los órganos de dirección de las grandes compañías (más de 250 empleados) deben tener una cuota mínima de un 30% de cada sexo. La medida se revisará en 2016.
- Francia. Las empresas de más de 500 empleados (o que ganen más de 50 millones de euros al año) deben tener en sus consejos un mínimo de un 20% de mujeres de aquí a 2014 y del 40% hasta 2017.
- Bélgica. Las firmas que cotizan en Bolsa tienen cinco años para adaptar sus consejos para que tengan un 30% de mujeres. En las compañías públicas la meta es 2012.