Esta fiscal ha llegado a ese
cargo desde su puesto como fiscal jefe de Sevilla, donde precisamente ella fue
quien, hace ocho años, puso en marcha una acusación por prevaricación contra Francisco Serrano (actual líder de Vox en Andalucía), cuando este
ejercía como juez de Familia en Sevilla. Le acusó por haber prolongado
un día y medio (un día y medio) la estancia de un niño de 11 años con su padre (divorciado)
atendiendo la solicitud del propio niño que acudió a ver al juez junto a su abuelo el 30 de marzo de 2010 (martes santo) para asegurarse de que podría procesionar el jueves durante la Semana
Santa de ese año en Sevilla. La acusación de prevaricación se basó en que el juez no citó en audiencia a
la madre, que estaba incursa con el padre en un proceso de divorcio conflictivo... Este 'enorme atentado' (nótese la ironía) condujo a un largo proceso, terminado con una condena de inhabilitación como juez durante dos años por
prevaricación culposa dictada en el Tribunal Superior de Andalucía. Esa sentencia fue recurrida por las partes (ambas) y la condena ascendió a diez años (10 años) por prevaricación dolosa en el Tribunal Supremo, en julio de 2012.
Ante la condena del Tribunal Supremo, Serrano presentó en enero de 2013 un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional y, años más tarde, en 2016, Francisco Serrano obtuvo en el Tribunal Constitucional la anulación de esa condena, si bien para la opinión pública afín al lobby feminista siempre ha quedado marcado como un juez condenado por "prevaricación", y ahí ha quedado la condena del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) por prevaricación "culposa" (no intencionada). El único juez de Europa condenado por prevaricación culposa (que exige que la resolución de ese juez sea incomprensible e indefendible racionalmente, mientras que, sin embargo, la condena en el TSJA tuvo un voto particular de uno de los magistrados que no consideró irracional la resolución de Serrano). Está pendiente de ser resuelto el recurso presetado por Serrano en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
El proceso penal que la fiscal Segarra
puso en marcha (animada por las asociaciones del lobby feminista) en defensa de los intereses de la madre de ese niño (que
no eran los intereses del niño), acabó con la carrera judicial de Francisco Serrano, que hasta entonces no había tenido penalización judicial alguna jamás (tras ser rehabilitado por el Constitucional volvió brevemente a la judicatura, que había sustituido por la abogacía, pero fue una vuelta solo simbólica y efímera, un modo de resarcir su dignidad). El periplo padecido por el juez Serrano muestra a las claras el enorme poder que una mujer tiene en España cuando va a los tribunales (respaldada por el lobby feminista). Ningún padre de familia podría siquiera soñar con lograr que la fiscalía pidiera abrir un proceso contra un juez que alargase día y medio la estancia de sus hijos con su madre alegando que ese juez no le ha llamado para darle audiencia... Si ningún padre puede siquiera soñar con que la fiscalía abra un proceso semejante, ya pueden imaginar la situación real que vivimos cuando les digo que finalmente el juez Serrano fue condenado por prevaricación por el Tribunal Superior de Andalucía y por el Supremo, y solo años después pudo lograr resarcirse en parte en el Tribunal Constitucional.
Pero si este caso es un ejemplo paradigmático del poder que se les ha dado a las mujeres en los contenciosos de familia, el caso es igualmente significativo para mostrar qué clase de actuaciones judiciales y de la fiscalía reciben el apoyo del PSOE cuando tiene poder para premiarlas. Repito: Pedro Sánchez ha ascendido con su dedo a los cielos de la fiscalía general del Estado a María José Segarra.
La rueda de la Fortuna ha querido ahora que, gracias a Vox, hoy tengamos a los dos protagonistas de esta inaudita disputa bajo el foco central de la política andaluza. De hecho, en el centro de la política de
toda España. Porque si el PSOE y los partidos de izquierda son habituales defensores de las políticas propuestas por el lobby feminista "de género", la realidad muestra que también el PP, C's y otros se convierten en defensores de esas políticas en cuanto tocan el poder ejecutivo (central o autonómico) para gobernar y gestionar esos presupuestos millonarios... Ocurre que las subvenciones millonarias presupuestadas contra la violencia de género no tienen como destino habitual convertirse en ayudas a las víctimas, sino más bien sufragar los gastos de las organizaciones del lobby feminista que reciben esas subvenciones. Lógicamente, los partidos que gobiernan y gestionan el presupuesto no dejan de destinar dinero a las asociaciones del lobby feminista para acallar sus agresivas demandas, pero tampoco hacen ascos a destinar una parte a asociaciones 'amigas', es decir, a autofinanciarse. Por lo demás, es mucho el dinero que la Administración (central, autonómica o municipal) necesita en su presupuesto para dotar la inmensidad de cargos que los partidos políticos han creado 'supuestamente' para atender estos asuntos. Parece que Vox ha puesto en un serio aprieto a PP y C's...
Los medios de comunicación que sirven a los partidos políticos (sin excepciones) ya te han informado (o desinformado) acerca de lo "machista" que es Francisco Serrano (y Vox en general) por su oposición a las leyes "de género", en particular por sus críticas a la Ley contra la Violencia de Género. Sin embargo, nadie te ha dicho aún ni una palabra sobre María José Segarra, que representa la quintaesencia de la cara institucional de eso que Serrano denomina la "dictadura de género" a la que él se ha enfrentado.
Para tener más información sobre este asunto solo tienes que navegar por las entradas del blog, que hace mucho tiempo tenía abandonado y hoy he creído necesario abrir solo para añadir esta entrada.
Las disputas éticas y políticas necesitan del diálogo argumentativo. Lástima que la educación democrática brille por su ausencia y que uno sólo encuentre por todas partes grupos de presión que gritan y gritan haciendo imposible escuchar los argumentos que harían posible un acuerdo racional sobre lo que es JUSTO.
El juez Serrano volverá a fotografiarse como tal en los Juzgados
En julio de 2012 el Tribunal Supremo arrebató "definitivamente" al juez Serrano su cargo como juez y le condenó además a la pena de inhabilitación para cualquier cargo dentro del poder judicial durante 10 años, todo ello por un presunto delito de prevaricación dolosa (intencionada). Esa condena ya fue puesta en entredicho en este blog en aquellas mismas fechas de 2012.
Los magistrados de la Sala Primera del Tribunal Constitucional han estimado ahora el recurso de amparo presentado por Serrano en enero de 2013 al considerar que se vulneró su derecho a la tutela judicial efectiva, así como el derecho a un proceso con todas las garantías y a la presunción de inocencia.
La noticia sin duda provocará malestar en la secta feminista española. Sin embargo, en mi caso sirve como feliz colofón, al menos temporal, a este blog nacido en 2009 y que tuvo siempre en Serrano a un referente, especialmente durante los años con más entradas publicadas (2011 y 2012), que coinciden con las sentencias condenatorias contra él y con la persecución a la que le sometieron los inquisidores que hoy tienen que tragarse esto: ajo y agua. Hasta otra.
En el vídeo puedes ver la rueda de prensa que ofreció el juez Serrano tras conocer la sentencia del Tribunal Constitucional que anula la sentencia condenatoria del Supremo:
El 5 de marzo de 2011 (hace 5 años) publicamos en este blog que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el politizado órgano de gobierno de los jueces, constituido por vocales que son colocados allí por los partidos políticos, había elaborado un informe (aprobado el 11 de enero de 2011) en el que se afirmaba haber detectado algunos "problemas técnicos" en la aplicación de la ley contra la violencia de género y se hacían propuestas para resolverlos. En realidad, lo que el CGPJ proponía entonces era realizar algunos cambios legales para hacer más explícito el sexismo de la ley española contra la violencia de género... Así, los problemas técnicos detectados por el CGPJ consistían en que con frecuencia los jueces estaban pidiendo en los tribunales que se probase la "intención machista" del agresor, es decir, su deseo subjetivo de dominación machista, pero el CGPJ (politizado) sabía perfectamente en 2011, como lo sabe hoy, que la letra de la ley contra la violencia de género (artículo 1.1) afirma que esa dominación machista se da en todos los casos de violencia contra la mujer que se dan en el ámbito de la pareja... Y no lo afirma así por un error sintáctico, como suele creerse ingenuamente. Por eso el Código Penal se limita a hablar de hombres y mujeres (sexo) en los artículos que regulan estos delitos y no pregunta en ningún caso si había circunstancias machistas o no las había en cada caso. Para los tipos penales eso es irrelevante. Importa sólo el sexo del agresor y el agredido.
En este blog hemos insistido innumerables veces en ese abuso sexista de la ley contra la violencia de género vigente. ¿Acaso no es posible que un hombre se comporte violentamente con una mujer por los mismos motivos que ella puede comportarse violentamente con él y sin que, por tanto, el motivo de fondo sea el machismo? Pues no. Para la ley española contra la violencia de género eso no es posible.
Sin embargo, es cierto que hay diferentes interpretaciones de la ley por parte de los jueces, lo cual supone una evidente indefensión jurídica para los ciudadanos. Así, algunos jueces, particularmente en el Tribunal Supremo (cuyas sentencias sientan jurisprudencia), han venido interpretando que el machismo del agresor (su intención machista) debía probarse. Y ése es el "problema técnico" detectado en 2011 por el politizado CGPJ, que por esa razón propuso que se estableciera explícitamente en las leyes que no es necesario probar ese elemento intencional de dominación.
Ya en 2011 manifestamos aquí que la propuesta del CGPJ caía en el sexismo más lamentable, pues no solo pretendía hacer irrelevante la intencionalidad subjetiva del agresor (calificado sin embargo como "machista"), sino que evitaba hacer mención alguna a las condiciones objetivas que en todo caso definirían una relación de pareja en un contexto machista. ¿O es que toda relación de pareja en España es machista por definición? ¿O quizá es machista toda relación de pareja en España en la que hay manifestaciones de violencia? Esta afirmación sería una mera especulación ajena al método científico que, a lo sumo, confundiría una violencia machista estructural (generalizada) con una violencia machista entendida como la única violencia posible si la padece una mujer de su pareja masculina. Este disparate es puro sexismo (inconstitucional) muy mal disimulado.
Pues bien, el 17 de marzo de 2016, cinco años después, se ha publicado un informe (sometido a crítica en este enlace) en el que los llamados "expertos" del politizado CGPJ abogan de nuevo por una reforma urgente de los tipos penales de
violencia de género para suprimir la exigencia del elemento intencional
de dominación o machismo en la conducta del autor. Bastará el hecho de
golpear o maltratar “con cualquier intención”.
Evidentemente, maltratar o golpear está mal y debe ser penado. Pero, ¿por qué debe ser penado con más gravedad un maltrato si lo padece una mujer por parte de su pareja masculina que si ocurre a la inversa? Si la razón no es sexista sino que se justifica en la necesidad de combatir el machismo tradicional, ¿cómo es posible que no sea necesario probar la presencia de ese machismo en el caso concreto juzgado? El CGPJ aboga por que no sea necesario probar la intención subjetiva machista, pero no se aplica tampoco ningún patrón de prueba sobre la existencia de un machismo objetivo en el caso concreto juzgado. ¿Qué diferencia hay, entonces, entre perseguir el machismo y tratar a los hombres de manera sexista en los tribunales? Nadie va a responder, y eso es lo peor de todo.
Incluyo en esta entrada del blogun artículo publicado en EL PAÍS acerca de una investigación sobre el suicidio. En numerosas ocasiones he denunciado en este blog la vergonzosa ausencia de investigaciones sociológicas acerca de este fenómeno y especialmente acerca de las causas de la masculinización del suicidio. Por este motivo, esta investigación constituye una excepción de la que debo hacerme eco. La rigurosidad de tal investigación y la validez de sus conclusiones tendrá que ser confrontada con los hechos y sometida al escrutinio de los investigadores. Sin embargo, la mera presencia de este estudio en la prensa española merece ya un reconocimiento por tratarse de un ejemplar casi único:
Drummond consiguió por fin realizar sus sueños. Había sido un largo
camino desde que, de niño y con gran molestia, no pudo superar el acceso
a secundaria. Fue una gran decepción para su madre, pero sobre todo
para su padre, que era ingeniero en una empresa farmacéutica. Éste nunca
había mostrado un gran interés por él de pequeño; nunca jugaban juntos y
si se portaba mal lo inclinaba sobre el respaldo de una silla y le daba
una zurra. Así eran los hombres de entonces. Un padre era objeto de
temor y respeto. Un padre era un padre.
Fue duro ver pasar cada mañana frente a su casa a los alumnos de
secundaria con sus gorras, tan elegantes. El sueño de Drummond siempre
había sido llegar a director de una pequeña escuela en un pueblo tan
perfecto como el que le vio crecer, pero sólo consiguió plaza en un
instituto técnico como aprendiz de carpintero y albañil. Su asesor
laboral casi rompe a reír cuando Drummond le habló de sus aspiraciones
profesionales, pero no por ello cesó en su empeño. Luchó por hacerse un
hueco en la universidad y se convirtió en presidente del sindicato de
estudiantes. Encontró trabajo de profesor, se casó con su novia de toda
la vida y poco a poco se abrió camino hasta dirección, en un pueblo de
Norfolk. Tenía tres hijos y dos coches. Su madre estaba orgullosa al
menos.
Fue así como acabó solo, sentando en un pequeño cuarto, y barajando la posibilidad de suicidarse.
Factores de riesgo
La impulsividad, la melancolía obsesiva, los niveles bajos de
serotonina o la falta de dotes sociales son algunas de las
vulnerabilidades que aumentan el riesgo de suicidio. El presidente de la
Academia Internacional de Investigación del Suicidio, el profesor Rory
O’Connor, lleva veinte años estudiando los procesos psicológicos que se
esconden tras la muerte autoinfligida. “¿Ha visto las noticias?”,
pregunta. Los periódicos matutinos muestran los datos más recientes: en
el 2013 se registraron 6.233 suicidios en el Reino Unido. Mientras que
la tasa de suicidio femenino se mantiene más o menos estable desde 2007,
la de los hombres se encuentra en su nivel más alto desde 2001. Casi
ocho de cada diez suicidios son masculinos, una cifra que lleva más de
tres décadas en aumento. En 2013, la causa más probable de muerte para
un hombre de entre 20 y 49 años no era ni asalto, ni accidente de
tráfico, ni las drogas, ni un ataque al corazón, sino la propia decisión
de no seguir viviendo.
Aquellos que se dedican al estudio del suicidio, o que trabajan en
organizaciones benéficas de salud mental, están empeñados en convencer a
los curiosos de que rara vez, si acaso, existe un único factor que
explique una muerte autoinducida, y que la enfermedad mental, y más
comúnmente la depresión, precede por lo general a ese evento. “Pero lo
más alarmante es que la mayoría de los depresivos no se suicidan”, me
comenta O’Connor. “Menos del 5% lo hacen. Así que la enfermedad mental
no lo explica. Para mí, la decisión de suicidarse es un fenómeno
psicológico. Aquí, en el laboratorio, lo que pretendemos es entender la
psicología de la mente suicida”.
Estamos sentados en el despacho de O'Connor en el Gartnavel Royal
Hospital. A través de la ventana, bajo un cielo sombrío, se alza la
torre de la Universidad de Glasgow (Escocia). Sobre un tablón de corcho,
dibujos de sus dos hijos, un monstruo naranja y un teléfono rojo.
Oculta en el armario, una siniestra colección de libros: Comprender el suicidio,Por su propia mano inocente, y Una mente inquieta, la célebre crónica de la locura, de Kay Redfield Jamison.
En 2013, la causa más probable de muerte para un
hombre de entre 20 y 49 años no era ni asalto, ni accidente de tráfico,
ni las drogas, ni un ataque al corazón, sino la propia decisión de no
seguir viviendo
El Laboratorio de Investigación de Conductas Suicidas de O’Connor
trabaja con supervivientes en hospitales, evaluando sus casos dentro de
las primeras 24 horas tras un intento, y haciendo el seguimiento de su
progreso posterior. También llevan a cabo estudios experimentales para
poner a prueba hipótesis sobre cuestiones tales como la tolerancia al
dolor en personas suicidas, o los posibles cambios cognitivos tras
períodos breves de estrés inducido.
Tras años de estudio, O’Connor descubrió algo sorprendente acerca de
las mentes suicidas. Se llama perfeccionismo social, y podría ayudarnos a
comprender por qué los varones tienden tanto a suicidarse.
El padre perfecto
Drummond se casó con Livvy, su novia de ojos marrones, a la edad de
22 años. Dieciocho meses después se convirtió en padre. Al poco tiempo
ya tenía dos niños y una niña. El dinero era escaso, por supuesto, pero
él era fiel a sus responsabilidades. Daba clases durante el día y
trabajaba detrás de la barra de un bar por la noche. Los viernes acudía a
hacer el turno de noche en una bolera, de 6 de la tarde a 6 de la
mañana. Dormía durante el día y regresaba a tiempo de hacer un nuevo
turno la noche del sábado. A continuación, el turno del almuerzo en un
pub los domingos, un pequeño descanso, y vuelta al cole en la mañana del
lunes. No veía mucho a sus hijos, pero para él lo más importante era
garantizar la comodidad de su familia.
Además de trabajar, Drummond también estudiaba, decidido a hacerse
con la titulación necesaria para ser director. Más ambición, más
progresos. Consiguió nuevos trabajos en escuelas mejores. Guiaba a su
familia hacia un destino mejor. Sentía que era un buen líder . El marido
perfecto.
Tras años de estudio, O'Connor descubrió algo sorprendente acerca de las mentes suicidas. Se llama perfeccionismo social
Sólo que no lo era.
El valor de los roles
Cuando se es un perfeccionista social, uno tiende a identificarse con
los roles y responsabilidades que cree tener en la vida. “No se trata
de lo que uno espera de sí mismo”, explica O’Connor, “sino de lo que
cree que piensan los demás. Que ha decepcionado a otros, que ha
fracasado como padre, como hermano, o lo que sea”.
Esto puede resultar especialmente tóxico, pues se están juzgando los
juicios imaginados de otras personas acerca de uno mismo. “No tiene nada
que ver con lo que la gente piensa realmente acerca de uno,” asegura. “Sino con lo que uno cree que ellos esperan. Lo verdaderamente problemático es que esto está siempre fuera de tu control”.
La primera vez que O’Connor supo de la existencia del perfeccionismo
social fue leyendo estudios con sujetos universitarios norteamericanos.
“Pensé que no sería lo mismo dentro de un contexto británico, y que no
funcionaría con personas procedentes de entornos más adversos, pero vaya
que sí. Es un efecto sorprendentemente robusto. Lo hemos estudiado en
las zonas más desfavorecidas de Glasgow”. Su primer estudio tuvo lugar
en el 2003, con veintidós personas que habían intentado suicidarse
recientemente, más un grupo de control. Fueron evaluados mediante un
cuestionario de quince preguntas para medir el acuerdo con afirmaciones
tales como: ‘El éxito está en trabajar todavía más para complacer a los
demás’, o ‘la gente no espera de mí menos que la perfección’. “La
relación entre perfeccionismo social y tendencias suicidas está presente
en todas las poblaciones con las que hemos trabajado”, dice O’Connor,
“tanto entre los desfavorecidos como entre los ricos".
Lo que aún no conocemos es el por qué. "Manejamos la hipótesis de que
los perfeccionistas sociales son mucho más sensibles a las señales de
fracaso dentro del entorno", comenta.
Casi ocho de cada diez suicidios son masculinos, una cifra que lleva más de tres décadas en aumento
Pero, ¿se trata de un fracaso percibido, a la hora de ajustarse a las
expectativas, y sobre cuáles son los roles a los que los hombres
sienten que deben ajustarse, ¿padres? ¿proveedores? “La sociedad está
sufriendo cambios”, responde O’Connor, “ahora también tienes que ser el
Sr. Metrosexual. Las expectativas son aún más grandes, hay más
oportunidades para que un hombre pueda sentir que fracasa”.
La presión en Asia
La capacidad de percibir las expectativas ajenas, junto a la
catastrófica creencia de no estar cumpliendo con ellas, muestra un
rápido crecimiento en Asia, cuyas tasas de suicidio se han disparado.
Corea del Sur es el país peor parado de la zona; algunos cálculos
aseguran que ya posee la segunda tasa de suicidios más alta del mundo.
Cerca de 40 surcoreanos toman su propia vida cada día, según informes
del 2011. En 2014, una encuesta de la Fundación para la Promoción de la
Salud en Corea, reveló que algo más de la mitad de sus adolescentes
había tenido pensamientos suicidas durante el año previo.
Un psicólogo social de la Universidad Inha de Corea del Sur, el
profesor Uichol Kim, cree que esto puede deberse en gran parte a la
miseria desatada tras el vertiginoso paso del país de la pobreza rural a
la opulencia urbana. Hace sesenta años, el país estaba entre los más
pobres del mundo, asegura, comparando su posguerra con el estado de
Haití tras el terremoto del 2010. En el pasado casi todo el mundo vivía
en comunidades agrícolas, mientras que hoy, el 90% vive en zonas
urbanas.
Este cambio ha hecho añicos los cimientos de una cultura que, durante
2.500 años, había estado profundamente arraigada en el confucianismo,
un sistema de valores que obtiene su sentido de la subsistencia en
pequeñas comunidades agrícolas, frecuentemente aisladas. “La vida giraba
en torno la cooperación y el trabajo en común”, explica Kim. “Por lo
general, se trataba de una cultura basada en compartir, dar y cuidar.
Pero en la ciudad moderna es todo mucho más competitivo, más basado en
la superación de logros”. El significado de éxito personal ha cambiado
para la gran mayoría. “Ahora uno se define según su estatus, su poder o
su riqueza, y esto no forma parte de la tradición cultural”. ¿A qué se
deben estos cambios? “Un estudioso de Confucio, viviendo en una granja
dentro de una aldea, podría ser muy sabio, pero nunca dejaría de ser
pobre”, afirma Kim. “Hemos querido enriquecernos”, y como resultado,
hemos sufrido una especie de amputación del significado personal.
“Hablamos de una cultura sin raíces”.
También se trata de una cultura cuyo camino hacia el éxito está entre
los más exigentes -Corea tiene el horario laboral más prolongado de
entre todas las naciones prósperas de la OCDE– además de ser de los más
estrictos. Si fracasas como adolescente, es fácil sentir que has
fracasado de por vida. “La empresa más respetada de Corea es Samsung”,
afirma Kim. Entre el 80% y el 90% de su plantilla proviene de tres
únicas universidades. “A no ser que consigas acceder a una de ellas, no
podrás conseguir trabajo en ninguna de las principales corporaciones”.
Pero se trata de algo más que la perspectiva de empleo para la
juventud del país. “Si eres un buen estudiante obtendrás el respeto de
tus profesores, de tus padres y de tus amigos. Serás popular, y todos
querrán salir contigo”. La presión para conseguir este nivel de
perfección, no sólo social, puede ser inmensa. “La autoestima, la
consideración social y el estatus, se combinan todos en una única meta”,
asegura. Y “¿qué pasa si no lo consigues?”.
El cambio de la vida agraria a la urbana en
Corea del Sur ha hecho añicos los cimientos de una cultura que, durante
2.500 años, había estado profundamente arraigada en el confucianismo, un
sistema de valores que obtiene su sentido de la subsistencia en
pequeñas comunidades agrícolas, frecuentemente aisladas
"Devaluado como hombre"
Por si fuera poco, además de todo el trabajo a tiempo parcial que
hacía por dinero, y sus estudios, Drummond también realizaba labores de
voluntariado que le quitaban aún más tiempo de estar con su mujer y sus
hijos. Livvy se quejaba de lo mucho que trabajaba, decía sentirse
abandonada. "Estás más interesado por tu carrera que por mí", le
insistía. Y el constante trasiego de las mudanzas de una escuela a otra
tampoco ayudaba.
De la primera aventura se enteró mientras trabajaba de voluntario en
un hospital de King’s Lynn. Una mujer le hizo entrega de un fajo de
papeles: “Son las cartas que tu mujer le ha estado escribiendo a mi
marido”, le espetó. Tenían una alta carga erótica, pero lo peor de todo
fue descubrir lo prendada que Livvy había estado de aquel hombre.
Drummond se fue a casa dispuesto a enfrentarse a su esposa. Livvy no
pudo negarlo. Estaba todo allí, de su propio puño y letra. Se enteró de
todas las escenas que habían tenido lugar en la calle del amante; con
ella conduciendo calle arriba y abajo, frente a su casa, tratando de
verlo. Pero Drummond fue incapaz de dejarla; los niños eran pequeños, y
ella le había prometido no volver a hacerlo. Así que decidió perdonar.
Drummond solía ausentarse los fines de semana para hacer cursos de
formación. Al volver un día a casa descubrió que el coche de Livvy había
sufrido un pinchazo, y que un policía local le había cambiado la rueda.
Aquello, pensó él, había sido muy amable por su parte. Un tiempo más
tarde, su hija de 11 años le contó, cubierta en lágrimas, que había
pillado a su madre en la cama con el policía.
El siguiente amante de Livvy fue un visitador médico. Esta vez llegó a
dejarle, si bien regresó a casa un par de semanas más tarde. Drummond
lidió con ello de la única manera en que sabía hacerlo: resignándose. No
era su estilo venirse abajo, llorar o patalear. No tenía amigos
masculinos cercanos con los que hablar, y aunque lo hubiera hecho, es
poco probable que hubiera dicho nada. No es el tipo de cosas que uno
arde en deseos de contar, que tu mujer anda por ahí poniéndote los
cuernos. Fue entonces cuando Livvy decidió que quería separarse.
Ellos están principalmente motivados para el
avance, centrados en ir abriendo paso. Las mujeres se preocupan más por
el clima organizativo, por cómo conectan con el resto. Creo que esto
puede extrapolarse a facetas más allá del entorno laboral”
Livvy se quedó con la casa y los niños tras el divorcio; el lote
completo. Una vez pagada la manutención no es que quedara gran cosa para
Drummond, pero nadie lo supo en el colegio. Allí seguía siendo el varón
modélico en quien tantos años había invertido: el director de éxito y
el marido con tres hijos en la flor de la vida. Pero aquello no podía
durar. Un día se le acercó un monitor y le preguntó: "¿Es cierto que tu
mujer se ha mudado?".
Para entonces ya estaba viviendo en una gélida habitación de alquiler
en una granja a las afueras de King’s Lynn. Se sentía completamente
devaluado como hombre. Estaba en la ruina y se sentía un fracaso, un
cornudo; muy lejos de lo que todos esperaban de él. Su médico le recetó
unas pastillas. Recuerda estar sentado en aquel lugar, en los humedales,
y darse cuenta de que lo más fácil sería asumir sus pérdidas y acabar
con todo.
Perfil del perfeccionista social
Un perfeccionista social tiene unas expectativas inusualmente altas
de sí mismo. Su autoestima pende peligrosamente de su capacidad para
mantener un nivel, a veces imposible, de éxito. Ante el fracaso,
colapsa.
Aún así, los perfeccionistas sociales no son los únicos en
confundirse con sus objetivos, sus roles o sus aspiraciones. El profesor
Brian Little, de la Universidad de Cambridge, es famoso por sus
investigaciones en “proyectos personales”. Él cree que si nos
identificamos tan estrechamente con ellos, es porque los acabamos
integrando en nuestra propia concepción del yo. “Sois vuestros proyectos
personales”, como solía repetirles a sus estudiantes, en Harvard.
Según Little, existen diferentes tipos de proyecto, con diferentes
cargas de valor. Pasear al perro no es menos proyecto personal que
llegar a director en un bonito pueblo, o convertirse en un buen padre o
un buen marido. Sorprendentemente, se cree que lo significativo
de nuestros proyectos no influye tanto sobre nuestro bienestar. Lo que
marca la verdadera diferencia sobre nuestra felicidad es si estos
proyectos son o no realizables.
¿Qué es lo que ocurre cuando nuestros proyectos personales empiezan a
desmoronarse? ¿Cómo hacemos para afrontarlo? ¿Existe una diferencia de
género que explique por qué tantos hombres deciden acabar con sus vidas?
Sí, existe. Se supone que, por lo general, un hombre, en su propio
perjuicio, encuentra difícil hablar de sus dilemas emocionales. Y lo
mismo ocurre cuando se trata de hablar de proyectos si estos empiezan a
tambalearse. En su libro Yo, yo mismo y nosotros, Little
escribe: “Las mujeres obtienen provecho de dar visibilidad a sus
proyectos y a los retos que afrontan en su búsqueda, mientras que un
hombre prefiere reservarse esos problemas para sí mismo”.
Little también descubrió, como parte de un estudio sobre individuos
en altos cargos directivos, otra diferencia relevante entre géneros. “No
ofrecer resistencia a la corriente es una importante característica
diferenciadora en los hombres”, nos cuenta. “Ellos están principalmente
motivados para el avance, centrados en ir abriendo paso. Las mujeres se
preocupan más por el clima organizativo, por cómo conectan con el resto.
Creo que esto puede extrapolarse a facetas más allá del entorno
laboral. No pretendo perpetuar estereotipos, pero los datos son lo
suficientemente claros”.
Esta teoría encontró el apoyo de un informe muy influyente, publicado
en el año 2000 por el equipo de Shelley Taylor, catedrática de la UCLA,
que trataba sobre las respuestas bioconductuales al estrés.
Descubrieron que mientras los hombres tienden a mostrar una filosofía de
pelea o sal corriendo, las mujeres son más propensas a servir y relacionarse.
“Aunque una mujer pueda considerar muy seriamente el suicidio”, asegura
Little, “dada su conectividad social, es probable que también piense,
‘Por Dios, ¿Qué será de mis hijos? ¿Qué pensará mi madre?’ así que hay
una cierta resistencia a llevar el acto a cabo”. En el caso masculino,
la muerte podría entenderse como el salir corriendo definitivo.
Esta forma letal de huida requiere determinación. El doctor Thomas
Joiner, de la Universidad Estatal de Florida, ha centrado sus estudios
en las diferencias entre los que barajan el suicidio y los que realmente
actúan sobre su deseo de muerte. “No puede actuarse sin antes vencer el
miedo a la muerte”, afirma. “Y creo que esto es lo que marca la
verdadera diferencia entre géneros”. Joiner nos habla de su vasta
colección de vídeos de cámaras de seguridad y policiales, mostrando
gente “con un deseo desesperado de quitarse la vida y que, en el último
momento, vacilan por miedo. Es este momento de duda el que salva sus
vidas”. ¿Significa esto que los hombres son menos propensos a flaquear?
“Exacto”.
Un perfeccionista social tiene unas expectativas
inusualmente altas de sí mismo. Su autoestima pende peligrosamente de
su capacidad para mantener un nivel, a veces imposible, de éxito. Ante
el fracaso, colapsa
Tampoco deja de ser cierto que, en la mayoría de países occidentales, las mujeres intentan
suicidarse con más frecuencia que los hombres. Si los hombres mueren
más, se debe en gran parte al método escogido. Mientras que los hombres
optan por las armas o el ahorcamiento, las mujeres prefieren utilizar
pastillas. Martin Seager, psicólogo clínico y asesor de los Samaritanos,
cree que esto demuestra que los hombres albergan una mayor intención
suicida. “El método escogido refleja su psicología”, asegura. Por su
parte, Daniel Freeman, del departamento de psiquiatría de la Universidad
de Oxford, apunta a un estudio con 4.415 pacientes que pasaron por el
hospital tras un intento de suicidio, y que revela una mayor intención
en hombres que en mujeres. Aún así la hipótesis sigue fundamentalmente
sin investigar. “No creo que se haya demostrado de forma definitiva,”
dice. “Pero también es cierto que sería increíblemente complicado de
probar”.
La cuestión de la intención también sigue en el aire para O’Connor.
“No estoy al tanto de ningún estudio decente sobre el tema porque
tratarlo sería realmente complicado”, asegura. Pero para Seager la cosa
está clara. “Los hombres consideran el suicidio una forma de ejecución”,
afirma. “Un hombre se expulsa a sí mismo del mundo. Hablamos de una
enorme sensación de vergüenza y fracaso. El género masculino se siente
responsable de proveer y proteger a los demás, además de responsable de
su propio éxito. Cuando una mujer pierde su empleo es doloroso, pero no
pierde su sentido de la identidad, ni su feminidad. Cuando un hombre
pierde su trabajo siente que ya no es un hombre”.
Esta es una idea que comparte el profesor Roy Baumeister, un célebre
psicólogo cuya teoría del suicidio como ‘escape del yo’ ha tenido una
gran influencia sobre O’Connor. Según Baumeister, “un hombre incapaz de
proveer a su familia no puede considerarse, de alguna forma, ya un
hombre. Mientras que una mujer nunca deja de serlo, la hombría sí puede
perderse”.
Suicidio por vergüenza
En China no es inusual que un funcionario corrupto se suicide, en
parte para que sus familias puedan disfrutar del botín adquirido de
forma indebida, pero también para ahorrarse la vergüenza y la cárcel. El
expresidente de Corea del Sur, Roh Moo-hyun, lo hizo en 2009, tras ser
acusado de aceptar sobornos. Uichol Kim dice que, desde el punto de
vista de Roh, “se suicidaba para salvar a su esposa e hijo. La única
manera [pensó] de detener la investigación era matarse a sí mismo”.
Kim aclara que la vergüenza no suele ser un factor de peso en los
suicidios en Corea del Sur, si bien puede serlo en otros países. Chikako
Ozawa-de Silva, antropóloga en el Emory College de Atlanta, nos cuenta
que en Japón, “la idea es que al suicidarse, un individuo restablece el
honor de su familia y salva al resto de la vergüenza”.
“El valor dado a otras personas se convierte entonces en una carga
adicional”, explica Kim. La vergüenza individual puede filtrarse y
mancillar al entorno. Bajo la antigua ley confuciana, serían ejecutadas
hasta tres generaciones de los familiares de un criminal.
Tanto en japonés como en coreano las palabras ‘ser humano’ significan
‘humano entre’. El sentimiento de individualidad es mucho más laxo en
Asia que en occidente, y más absorbente. Se expande hasta incluir los
grupos de los que uno forma parte. Esto implica un profundo sentimiento
de responsabilidad hacia los demás que resuena profundamente en aquellos
con tendencias suicidas.
No se trata de lo que uno espera de sí mismo
sino de lo que cree que piensan los demás. Que ha decepcionado a otros,
que ha fracasado como padre, como hermano, o lo que sea”
La concepción de uno mismo, en Japón, está muy íntimamente vinculada a
su función. Según Ozawa-de Silva, es habitual que la gente se presente
antes por su título que por su nombre. “En lugar de decir, ‘Hola, me
llamo David’, en Japón dirán, ‘Hola, soy el David de Sony”, asegura.
Esto ocurre “incluso al relacionarse en entornos informales”. En tiempos
adversos, este impulso japonés de llevar el rol profesional al terreno
personal puede resultar especialmente letal. “Llevan años, incluso
siglos, glorificando el suicidio, probablemente desde los Samurái”. Como
la gente tiende a ver su empresa como si de su familia se tratara, “un
director general dirá, ‘me hago cargo de la responsabilidad de la
empresa’ y se quitará la vida, y lo más probable es que los medios vean
esto como un acto honorable”, asegura Ozawa-de Silva. En Japón, noveno
país mundial en el ranking de suicidios, se estima que dos terceras
partes de los suicidios acontecidos en el 2007 fueron masculinos. “En
las sociedades patriarcales lo normal es que la responsabilidad la asuma
el padre”.
El extraño caso chino
China ha pasado de tener una de las tasas de suicidio más alta del
mundo, en 1990, a una de las más bajas. El año pasado, un equipo a cargo
de Paul Yip, en el Centro de Investigación y Prevención del Suicidio de
la Universidad de Hong Kong, descubrió que la tasa de suicidio había
descendido del 23,2 por cada 100.000 personas a finales de 1990 al 9,8
por 100.000 en el 2009-11. Esta asombrosa caída del 58 por ciento se
produce en un momento de grandes desplazamientos desde el campo a la
ciudad, del mismo tipo que en el pasado reciente de Corea del Sur. Y,
sin embargo, parece que con el efecto contrario. ¿Cómo puede ser?
Kim cree que China está viviendo una especie de “tregua” achacable a
la ola de esperanza que siente la gente al encaminarse hacia una nueva
vida. “Los suicidios aumentarán, sin duda”, asegura, señalando que Corea
del Sur vivió descensos similares entre los setenta y los ochenta,
cuando su economía estaba en rápida expansión. “La gente cree que será
más feliz cuanto más rica, y concentrados en sus metas no piensan en
suicidarse. Pero es distinto cuando alcanzas tus metas y no encuentras
lo que esperas”.
De hecho, la esperanza en lugares desesperados puede resultar
peliaguda, tal y como descubrió Rory O’Connor en Glasgow. “Formulamos la
siguiente pregunta: ¿Encuentras siempre beneficioso tener una visión
optimista del futuro? Nuestra intuición nos hacía pensar que sí”. Pero
al observar los “pensamientos futuros intrapersonales”, aquellos que no
consideran otra cosa más que el yo, como “quiero ser feliz” o “quiero
estar bien”, el equipo volvió a sorprenderse. O’Connor evaluó en el
hospital a 388 personas que habían intentado acabar con sus vidas, para
después llevar a cabo un seguimiento de reincidencias los siguientes 15
meses. “Los estudios previos habían revelado una menor tasa de
fascinación suicida en aquellos con niveles altos de pensamientos
intrapersonales futuros”, nos cuenta. “Descubrimos que el mejor
predictor de intentos futuros era el comportamiento pasado –nada del
otro mundo- pero también esta cosa del pensamiento intrapersonal futuro.
Y no en la dirección que hubiéramos pensado”. Resultó que la gente con
mayor tendencia a este tipo esperanzador de pensamiento personal era más
propensa a intentar suicidarse de nuevo. “Estos pensamientos pueden ser
positivos en tiempos de crisis”, dice. “Pero, ¿Qué ocurre con el
tiempo, una vez te das cuenta de que nunca vas a alcanzarlos?”.
Algo que Asia y Occidente sí tienen en común es la relación entre los
roles de género y el suicidio. Pero claro, es que los estereotipos
occidentales sobre la masculinidad son mucho más progresistas, ¿no es
cierto?
Se cree que lo significativo de nuestros
proyectos no influye tanto sobre nuestro bienestar. Lo que marca la
verdadera diferencia sobre nuestra felicidad es si estos proyectos son o
no realizables
En 2014, el psicólogo clínico Martin Seager y su equipo decidieron
poner a prueba la definición cultural de lo que entendemos por ser
hombre o mujer. Se sirvieron de una serie de preguntas cuidadosamente
pensadas para hombres y mujeres reclutados a través de una selección de
webs norteamericanas y británicas. Lo que descubrieron sugiere, que para
los tiempos que corren, las expectativas que albergan ambos sexos en
cuanto al concepto de hombre, siguen ancladas en los años 50. “El primer
requisito es ser un luchador, un triunfador”, explica Seager. “El
segundo es el deber de proteger y proveer, y el tercero mantener la
compostura y el control en todo momento. Si incumples cualquiera de
estos requisitos es que no eres un hombre”. Ni que decir tiene que
además, un ‘hombre de verdad’ no debe dar nunca muestras de debilidad.
“Un hombre que pide ayuda será siempre objeto de burla”, asegura. Las
conclusiones de este estudio reflejan, de forma notable, lo que O’Connor
y sus colegas venían diciendo sobre el suicidio masculino desde su
informe para los Samaritanos en el 2012: “Un hombre se mide a sí mismo
contra un ideal masculino que premia el poder, el control y la
invulnerabilidad. Cuando un hombre siente que no se ajusta a este ideal,
llega la vergüenza y el sentimiento de derrota”.
Metrosexuales
En Occidente, a veces tenemos la sensación de que en algún momento, a
mediados de los ochenta, decidimos que los hombres eran algo
abominable. La lucha por la igualdad de derechos y la seguridad sexual
de las mujeres, ha dado como resultado décadas de percepción del hombre
como un abusador, violento y privilegiado. Las versiones modernas del
hombre, surgidas en oposición a estas críticas, no son más que criaturas
risibles: el vanidoso metrosexual; el marido inútil que no sabe operar
un lavavajillas. Entendemos, como género, que ya no se nos permite
mantener la expectativa de control, de liderazgo, de pelea, de
soportarlo todo con calma y resignación, de perseguir nuestras metas con
tal determinación que no deje tiempo para amigos ni familia. Estas
aspiraciones son ahora motivo de vergüenza sin razón aparente. Pero,
¿qué podemos hacer? Nuestra definición de éxito no ha cambiado, a pesar
de los avances sociales, como tampoco lo ha hecho lo que entendemos por
fracaso. ¿Cómo haremos para desmontar los impulsos de nuestra propia
biología o los imperativos culturales, reforzados por ambos sexos desde
el Pleistoceno?
Mientras hablamos, le confieso a O’Connor que hace tiempo, quizás
diez años, yo mismo le pedí antidepresivos a mi médico, temeroso de que
me diera por hacer una tontería, y salí de consulta con la receta: “Vete
al bar y diviértete un poco”.
“¡Por Dios!” dice, frotándose los ojos con incredulidad. “¿Y eso
ocurrió hace tan sólo diez años?”. “Es cierto que a veces pienso que
debería estar medicado”, le digo. “Y me avergüenza decirlo, pero me
preocupa bastante lo que mi mujer pudiera pensar”. “¿Lo has hablado con
ella?”, pregunta.
Por un momento siento tal vergüenza que no puedo articular palabra.
“No”, contesto. “Y me tenía por alguien que se sentiría cómodo al
charlar de estas cosas, pero ha sido aquí, hablando, que he caído en la
cuenta. La típica mierda masculina”.
“¿Pero es que no lo entiendes? No es ninguna mierda”, dice. “¡Ese es
justo el problema! En la narrativa actual se dice que ‘los hombres son
una mierda’, ¿verdad? Pero eso es una gilipollez. No hay manera de
cambiar a los hombres. Se les puede tunear, no me malinterpretes, pero
es la sociedad la que tiene que plantearse, ‘¿A qué servicios, que
nosotros podamos ofertar, estarían ellos dispuestos a acudir? ¿Qué ayuda
podemos ofrecerles para cuando se sientan angustiados?”
Entonces me habla de una amiga suya que se mató en 2008. “Aquello
tuvo un impacto enorme sobre mí”, me dice. “No podía dejar de
preguntarme, ‘¿Cómo es posible que no te hayas dado cuenta? Por Dios,
llevas años dedicado a esto’. Me sentía un fracaso. Le había fallado a
ella y a todo su entorno”.
Esto, a mí, no hace más que recordarme al perfeccionismo social. “Ah,
claro. Es que yo soy un perfeccionista social”, asegura. “Soy
hipersensible a las críticas sociales, aunque se me da bien ocultarlo.
Tengo una desproporcionada necesidad de complacer y soy muy propenso a
creer que he fallado a los demás”.
Otro de sus factores de riesgo es la melancolía obsesiva, los bucles
cerrados de pensamiento. “Soy un perfeccionista social y un melancólico
obsesivo, sí, sin lugar a dudas”, asegura. “Cuando te vayas me pasaré el
día entero, y luego la noche, rumiando, ‘vaya, no puedo creer que haya
dicho eso’. Me voy a matar...“, hace una pausa, y corrige, “me voy a
castigar mucho con esto”.
La relación entre perfeccionismo social y tendencias suicidas está
presente en todas las poblaciones con las que hemos trabajado, tanto
entre los desfavorecidos como entre los ricos"
Le pregunto si él se considera en riesgo de suicidio. “No metería la
mano en el fuego”, dice. “Creo que a todo el mundo se le pasa por la
cabeza en algún momento. Bueno, no a todo el mundo, pero está demostrado
que sí a mucha gente. Nunca he estado deprimido o mostrado tendencias
suicidas, gracias a Dios”.
Voluntarios
De vuelta en su gélido cuarto, en una granja en los humedales de
Norfolk, Drummond sigue sentado con sus pastillas y sus ansías de
tomárselas. Lo que salvó su vida fue la curiosa coincidencia de haber
sido voluntario en los Samaritanos. Un día fue allí no a escuchar, como
hacía habitualmente, si no a hablar durante horas. “Sé por propia
experiencia que hay un montón de gente que debe sus vidas a lo que allí
se hace”, nos cuenta.
Drummond ha vuelto a casarse y sus hijos han crecido. Han pasado 30
años desde aquella ruptura. Incluso ahora, todavía le resulta doloroso
hablar del tema, así que no lo hace. “Supongo que uno hace por
enterrarlo, ¿no?”, dice. “Se espera que lo afrontes como un hombre, y no
lo hables con nadie. Eso no se hace”.
Este artículo sepublicó por primeravez enMosaicy se publica de nuevo aquí con una licencia de Creative Commons.
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La sala de lo Civil del Tribunal Supremo español ha dictado una nueva sentencia (aquí tienes otra anterior) en la que insiste en su apuesta por la custodia compartida siempre que sea posible. Y ello pese a lacampaña orquestada en España por el lobby feminista contra esta clase de custodia. Este lobby utiliza toda clase de artimañas para desviar la atención de lo esencial: su negativa interesada a aceptar que ha de ser quien se opone en un caso concreto a la custodia compartida (deseable de entrada con carácter general) quien deberá probar que esa opción no es la mejor para el menor en el caso particular que corresponda.
¿Cómo va a aceptar ese lobby que sea considerado "deseable" de manera general lo que ese mismo lobby obligó a establecer legalmente como "excepcional" durante el Gobierno de Zapatero (PSOE) en el año 2005? No lo aceptará nunca, pues se trata precisamente de un lobby... Su motor son los intereses de un grupo, y no la justicia ni la razón. Por tanto, lo que corresponde es imponer la justicia y la razón a ese lobby en defensa de los derechos de todos. Y eso exige una ley que establezca con claridad que la custodia compartida es deseable con carácter general siempre que sea posible y que, obviamente, se elimine del articulado del Código Civil el carácter "excepcional" de esa medida cuando la solicita sólo una de las partes. ¿Por qué? Porque esta última medida fomenta la negativa interesada al acuerdo. No puede ser que alguien se niegue a pactar la custodia compartida y, sin haber fundamentado su negativa probando que tal custodia perjudicaría el interés del menor, obtenga como consecuencia la custodia exclusiva de una manera legalmente estandarizada salvo casos "excepcionales".
Los magistrados de la sala de lo Civil del Tribunal Supremo rechazan que la “salida civilizada” de la vivienda (un.a vez rota la pareja) suponga aceptar que la guarda y custodia de los hijos corresponde al otro progenitor, como suelen resolver los jueces.
Además, recuerdan que la redacción el artículo 92 del Código Civil,
en el que se regula la custodia compartida, no permite concluir, como
hizo el juzgado de familia en este caso, que este tipo de custodia sea
una medida “excepcional”. “Al contrario, habrá de considerarse normal e
incluso deseable porque permite que sea efectivo el derecho que tiene
los hijos a relacionarse con ambos progenitores”, advierte el Tribunal Supremo.
La sala de lo Civil ya ha apostado reiteradamente a favor de optar, siempre que sea posible, por la custodia compartida
y vuelve a hacerlo en esta ocasión. “Para la adopción del sistema de
custodia compartida no se exige un acuerdo sin fisuras, sino una actitud
razonable y eficiente en orden al desarrollo del menor, así como unas
habilidades para el diálogo que se han de suponer existentes, al no
constar lo contrario”, sostiene el tribunal, que critica que la
sentencia de las dos sentencias que dictaminaron sobre este caso hayan
optado por un régimen de visitas amplio y próximo a la custodia
compartida pero sin adoptarla, “sin causa que lo justifique y sin riesgo
objetivable”.
Adjunto la literalidad del artículo 92 del Código Civil:
Artículo 92.
1. La separación, la nulidad y el divorcio no eximen a los padres de sus obligaciones para con los hijos.
2. El Juez, cuando deba adoptar cualquier medida
sobre la custodia, el cuidado y la educación de los hijos menores,
velará por el cumplimiento de su derecho a ser oídos.
3. En la sentencia se acordará la privación de la patria potestad cuando en el proceso se revele causa para ello.
4. Los padres podrán acordar en el convenio regulador
o el Juez podrá decidir, en beneficio de los hijos, que la patria
potestad sea ejercida total o parcialmente por unos de los cónyuges.
5. Se acordará el ejercicio compartido de la guarda y
custodia de los hijos cuando así lo soliciten los padres en la
propuesta de convenio regulador o cuando ambos lleguen a este acuerdo
en el transcurso del procedimiento. El Juez, al acordar la guarda
conjunta y tras fundamentar su resolución, adoptará las cautelas
procedentes para el eficaz cumplimiento del régimen de guarda
establecido, procurando no separar a los hermanos.
6. En todo caso, antes de acordar el régimen de
guarda y custodia, el Juez deberá recabar informe del Ministerio
Fiscal, y oír a los menores que tengan suficiente juicio cuando se
estime necesario de oficio o a petición del Fiscal, partes o miembros
del Equipo Técnico Judicial, o del propio menor, valorar las
alegaciones de las partes vertidas en la comparecencia y la prueba
practicada en ella, y la relación que los padres mantengan entre sí y
con sus hijos para determinar su idoneidad con el régimen de guarda.
7. No procederá la guarda conjunta cuando cualquiera
de los padres esté incurso en un proceso penal iniciado por atentar
contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o
la libertad e indemnidad sexual del otro cónyuge o de los hijos que
convivan con ambos. Tampoco procederá cuando el Juez advierta, de las
alegaciones de las partes y las pruebas practicadas, la existencia de
indicios fundados de violencia doméstica.
8. Excepcionalmente, aun cuando no se den los
supuestos del apartado cinco de este artículo, el Juez, a instancia de
una de las partes, con informe favorable del
Ministerio Fiscal, podrá acordar la guarda y custodia compartida
fundamentándola en que sólo de esta forma se protege adecuadamente el
interés superior del menor.
9. El Juez, antes de adoptar alguna de las decisiones
a que se refieren los apartados anteriores, de oficio o a instancia de
parte, podrá recabar dictamen de especialistas debidamente
cualificados, relativo a la idoneidad del modo de ejercicio de la
patria potestad y del régimen de custodia de los menores.
Se declara inconstitucional y nulo el inciso destacado del apartado 8 por Sentencia del TC de 17 de octubre de 2012. Ref. BOE-A-2012-14060.
Desde el día 9 de diciembre se han sucedido distintas noticias y declaraciones en los medios de comunicación con motivo de la posición manifestada por el partido político Ciudadanos en favor de la igualdad ante la ley entre varones y mujeres, sin discriminación positiva en el código penal por delitos de violencia de género o machista.
Debe recordarse a quienes protestan contra esta postura que, desde la implantación de la ley contra la violencia de género en España, nunca ha estado claro si es necesario probar que ha habido (de hecho) un ánimo machista por parte del agresor en un caso concreto, pues se ha presupuesto a menudo de forma automática tal cosa siempre que el agresor sea un hombre y la víctima sea su pareja o expareja femenina. Esa inseguridad jurídica generalizada ha de añadirse al hecho de que innumerables sentencias han justificado la diferencia en la pena para hombres o mujeres no en el machismo del caso concreto (pues no se ha considerado que hubiera de probarse su presencia y podría muy bien no existir en ese caso concreto), sino que esa diferencia penal ha descansado a menudo directamente en el sexo de unos y otras. Puro sexismo. De hecho, por iniciativa de Inmaculada Montalbán el Consejo General del Poder Judicial propuso en su día una modificación legal que impidiera interpretaciones erróneas (a su juicio) de la ley vigente y que dejase claro que no ha de probarse el ánimo machista del agresor en cada caso paricular, contra lo que dictan algunas sentencias del Tribunal Supremoque podrían establecer una jurisprudencia no deseada por los impulsores de la ley vigente.
También debe recordarse que no estamos hablando de delitos graves (en absoluto hablamos de los casos de asesinato), para los que no hay diferencia en las penas para varones o mujeres. Los asesinatos tienen la misma pena los cometa un hombre o los cometa una mujer... La discriminación positiva de la que hablamos y que ha introducido la vigente ley contra la violencia de género se produce en delitos muy leves, como una "coacción leve" o una "amenaza leve" expresada durante una discusión en pleno divorcio del tipo "si no me dejas ver a los nños te vas a enterar" (algo que ni siquiera es delito si es dicho por una mujer).
¿Sería posible que los presuntos y presuntas especialistas en los asuntos de "género" no perdieran de vista estas aclaraciones? De esta manera contribuirían menos al sectarismo y a la tiranía. Y los demócratas les daríamos las gracias. Por ahora sólo podemos agradecer su valentía a los miembros de Ciudadanos, que se han sumado así a la lucha iniciada en solitario por UPyD en 2010 contra tal asimetría penal.
Para compartir en twitter (copia y pega):
Porque la presunción de inocencia es un derecho y debe respetarse
#CiudadanosNoEstáSolo @Albert_Rivera @MartaRiveraCruz @CiudadanosCs @UPyD
Frente a la desigualdad ante la ley, #CiudadanosNoEstáSolo @Albert_Rivera @MartaRiveraCruz @CiudadanosCs @UPyD http://misrizos.blogspot.com/2015/12/frente-la-desigualdad-ante-la-ley.html?spref=tw
Algunas noticias de prensa sobre este caso (9 y 10 de diciembre de 2015):
PSOE, PP e IU, contra la reforma de la ley de violencia de género de C's
El sábado 12 de diciembre Albert Rivera, líder de Ciudadanos, publicó un escrito en el que, tras hacer un alegato frente a la violencia contra las mujeres con el fin (obvio) de eliminar toda posible acusación de "machismo" hacia su partido (como las que ya se han producido maliciosamente), se limita a mencionar la necesidad de aumentar las penas para todo tipo de violencia "doméstica" poniendo como "ejemplo" el caso de las "parejas homosexuales"... No menciona ni una sola vez la vigente asimetría penal entre mujeres y varones, producida por el aumento de las penas sólo para los varones mediante la vigente ley de violencia "de género". El férreo control ideológico por parte del lobby feminista hegemónico (que tiene sometidos a todos los partidos) ha infundido obviamente un temor a Ciudadanos, cuyo líder finalmente opta por no decir claramente todo lo que piensa.
Lorenzo del Río, presidente del Tribunal Superior de Andalucía
(TSJA), cobra desde diciembre de 2010 el mismo complemento para alquiler
de vivienda que reciben los altos cargos de la Junta
La ley que rige las retribuciones de los jueces estipula que
solo percibirán las que abona el ministerio pero la Junta dice que este
no es un complemento sino una "indemnización" por servicio
Esa información es desarrollada de forma gratuita en medios críticos con el PSOE, como libertaddigital o ABC.No cabe esperar que lo hagan sus medios afines, como es lógico. Será una pena que los ciudadanos alérgicos a los medios no afines a su ideología se lo pierdan. En este caso, los de izquierdas (en otros casos es al revés). Pero ellos se lo pierden, mientras van madurando...