viernes, 19 de abril de 2013

Lorente Acosta publica un artículo en EL PAÍS 'tratando de ofender' a denunciados por violencia de género

La boca de Miguel Lorente Acosta mientras escribía su artículo

Respuesta al artículo 'Cantos rodados. Las denuncias falsas y sus números', publicado en EL PAÍS el 19 de abril y escrito por el exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente Acosta: ese hombre que ha bautizado como "postmachistas" -ciudadanos que ya no son machistas- a quienes él entiende que son machistas; y que lo hace -dice- para mostrar que son machistas por más que -a su juicio- sólo traten de disimularlo... ¿Han oído ustedes a alguien decir de sí mismo que es "postmachista"? Lorente Acosta se lo guisa y se lo come. Habla solo por las esquinas. Está muy mal, el hombre...

Dice usted que "del total de denuncias" en estos 7 años hay un 31,7% de sobreseimientos (usted sabe que si no son "firmes" no se puede investigar si obedecen a denuncia falsa; usted sabe que sólo "se retiran" entre el 10% y el 14% de las denuncias, así que 2 de cada 3 sobreseimientos se deben a otras causas). Si al porcentaje de sobreseimientos que usted publica le sumamos el porcentaje que usted dice que termina en "condenas" (63,4%), de los datos de su artículo se deduce que el porcentaje de "absoluciones" en 7 años ha sido el 4,9% del total de denuncias. ¿De verdad que es ésa la proporción de condenas y absoluciones? ¿Lo jura?...

¿O es que ese 63'4% de "condenas" que usted DIFUNDE no es el porcentaje de condenas respecto al total de denuncias? ¿Es sólo el porcentaje de condenas respecto al total de juicios celebrados 'con sentencia' (al margen de ese 31,7% de sobreseimientos)? Si es así, ¿cuál es el porcentaje de "condenas" respecto al total de "denuncias"? Creo que ese dato sería muy revelador para todos, lo mismo que lo sería que nos lo estuviera ocultando...
Nota: [unos días más tarde, este sujeto ha reconocido que está ocultando ese dato, para lo que no duda en excusarse burdamente diciendo que en las cientos de miles de denuncias que no tienen sentencia "no se puede hablar de culpables o inocentes", pues "esos casos no han sido analizados" (hombre, sí que han sido analizados, zoquetín, y se ha determinado que no dan para una imputación que pueda terminar en condena; pero es que, al margen de la elemental presunción de inocencia que este inepto se pasa por el forro, lo esencial de la enorme cifra de esos casos no es que sirvan para hablar de inocentes o culpables, como pretende sugerir nuestro pelmazo que intentarían quienes hablan de ellas, sino que esa cifra sirve para dejar en evidencia que no se investiga en qué medida esas denuncias, que son cientos de miles, son falsas o no lo son). De esos casos archivados y sobreseídos sólo una pequeña parte (un 12% del total de denuncias) corresponden a denuncias "retiradas" por la denunciante, que mientes más que hablas, así que es muy razonable preguntarse por qué hay cientos de miles de denuncias en esas circunstancias. Este imitador del feo de los hermanos Calatrava (el que imitaba a Jagger) siempre alude a que se trata de casos en los que no se ha podido aportar pruebas, por aquello de la intimidad en que ocurren estos delitos, pero ni se para a considerar que esa misma razón sirve de coartada a quien denuncia en falso. A lo mejor hasta es verdad que un día hubo algo que, pese a ser una minucia, es considerado delito de varón (al estilo del delito de autor de los nazis o del stalinismo) por nuestra sexista legislación y puede ser probado en el juicio,  lo cual asegurará una condena de las que le gustan a nuestro lapidador vocacional. Ello podría servir incluso para acompañar esa denuncia con otras imputaciones convenientemente exageradas (si no inventadas), dado que ya hay algo probado que las apoya, y quizá se consiga una condena más contundente. En cualquier caso, si estas imputaciones son desechadas por el juez, siempre quedará la otra, la minucia, la que condena a un hombre por el hecho de serlo. Y esos casos jamás podrán considerarse denuncias falsas, aunque lo sean hasta las trancas... Lo que ocurre es que a nuestro Rolling Stone de pacotilla no le interesa que se analicen esos cientos de miles de denuncias, entre las que sin duda hay miles de denuncias falsas (cosa que este mequetrefe niega) y que nunca serán investigadas tras haber tenido su oportuna influencia en las sentencias de divorcio correspondientes, por ejemplo, para denegar una custodia compartida. Pero el mindundi no se queda ahí... Afirma que "en las denuncias archivadas tiene que haber violencia", porque bla-bla-bla (pero, ¿no acaba de decir inmediatamente antes que en el caso de las denuncias archivadas no se puede hablar de culpables o inocentes porque no se han analizado?)... Este gilí no tiene remedio.]

Por último. Veo que le molesta mucho que se hable de "denuncias falsas". Pues bien: ustedes son los responsables de que se hable de ellas. Porque ustedes son quienes se empeñan en llamar "víctimas" a todas las "denunciantes", y lo consideran pertinente incluso después de una absolución del denunciado ("no se ha probado que los hechos no ocurrieran", dicen). Resulta obvio que si hay "víctima" es que hay un agresor, un "culpable". De modo que el denunciado sólo puede recuperar la condición SOCIAL de "inocente" ante sus ojos (condición que se le debería otorgar tras una absolución) si "prueba" que su denunciante no es una "víctima", es decir, sólo si prueba que la denuncia era "falsa"... Ustedes son los responsables de que se hable tanto de las denuncias "falsas" y de que se exija su persecución. Pero al mismo tiempo son también los responsables de que no se investiguen ni persigan, pues (como argumentan) ello puede perjudicar el crédito en la palabra de las auténticas maltratadas que denuncian... La conclusión es que, en realidad, quienes llaman "víctimas" a todas las denunciantes son los responsables del descrédito que puedan sufrir las verdaderas víctimas. Reflexione con actitud crítica y autocrítica. Por una vez.


Éste es el artículo al que se responde:   

Cantos rodados (Las denuncias falsas y sus números)

Por: | 19 de abril de 2013

CANTOS RODADOS
Si se dan cuenta no hace falta poner lo de “violencia de género”, la simple mención a las denuncias falsas hace que todo el mundo entienda que estamos hablando de ella. Eso es un logro que ya han conseguido los posmachistas.
El debate podría parecer una canción de los Rolling Stones, de esos “cantos rodados” que  decían aquello de “no puedo obtener satisfacción” (I can’t get no satisfaction...), pues los posmachistas, al igual que lo hacían los trovadores medievales, van de medio en medio y saltando por las redes para contar su historia,  a ver si a base de repetirla alguien, además de ellos, se la cree y así sentirse satisfechos. Por eso ahora han cogido como líder mediático a otro canto, esté con mayúscula y acento, Toni Cantó, que no canta como el Jagger, pero al menos en este tema dio el cante.
El posmachismo es en sí mismo una falacia, puesto que se presenta como una aparente superación del machismo y en defensa de la igualdad, cuando en realidad es su continuidad con un nuevo traje hecho a medida (no quiero pensar dónde ni con qué dinero se pagó), y con un nuevo lenguaje.
La nueva troupe posmachista necesita variedad, decir lo mismo, de la misma forma y por los mismos cansa, ellos lo saben. Por eso le echan imaginación y modifican el mensaje, las caras y las voces para que en esa selva de ideas los camaleones siempre pasen desapercibidos. Pero a lo que nunca han renunciado es al argumento de las “denuncias falsas”, y no renuncian por varias razones. Por un lado porque juega con la imagen tradicional de la perversidad y maldad de las mujeres, cercana a cualquiera; por otro porque es una forma de cuestionar la realidad cada vez más visible y conocida de la violencia de género, si aquello que se ve se dice que no es cierto, el significado que conlleva no será tan grave; y en tercer lugar, porque cuentan con números para poder manipular, algo muy propio del posmachismo, y así reforzar los dos primeros mensajes.
Y como se sienten muy fuertes y muy respaldados por la acción y por la omisión de quienes hablan y de los que callan, pues últimamente se han lanzado a la re-presentación de los datos de los informes del CGPJ para demostrar su verdad y su razón. Claro, pasando previamente por los fogones de una cocina que sólo pisan para aderezar la realidad con la salsa agria y amarga de la falsedad. El ejemplo es claro.
Recurren al “Informe del Observatorio del CGPJ sobre la evolución de las denuncias de julio de 2005 a junio de 2012”, que recoge 1.034.613 denuncias (963.471 por delitos y 71.142 por faltas). 
Los primero que llama la atención es que el número de mujeres agredidas que han denunciado ha sido de 656.212, mientras que el total de los hombres denunciados fue de 714.412, lo cual indica que algunos hombres maltratadores han agredido a más de una mujer, nada más y nada menos que 58.200, algo que demuestra que el problema está en los hombres que entienden que la violencia es una forma adecuada de imponer su criterio, y no en las mujeres que se encuentran con ellos.
En la información que da el CGPJ nos encontramos las sentencias condenatorias, las absoluciones, y los sobreseimientos. Y es aquí donde comienza el guiso numérico de las denuncias falsas, para luego terminar con una sopa de letras en forma de diferentes argumentos.
Los sobreseimientos que se produjeron fueron 328.167, es decir un 31’7% del total de las denuncias, algo que es interpretado por el posmachismo como demostración de la falsedad de la denuncia. La realidad es la contraria, son las presiones de los entornos familiares, los miedos, las dudas, la dependencia emocional… la que lleva a retirar la denuncia. Los mismos que dicen que quitar la denuncia indica falsedad, son los que callan cuando en algunos de estos casos se ha producido el homicidio, reflejando la verdad de la violencia que había detrás y su gravedad. 
El total de sentencias condenatorias representa el 63’4%, y fueron dictadas por las Audiencias Provinciales (AP) y los Juzgados de Violencia sobre la Mujer (JVM), que mantienen porcentajes muy diferentes. Las condenas por las AP son del 80’5% y las de los JVM el 52’1%, diferencia que está relacionada con la mayor gravedad de la violencia en los casos que llegan a las Audiencias y, por tanto, por el menor margen a la interpretación sobre la realidad de la violencia.
Por otra parte, a la hora de valorar la "no condena" también hay que considerar que la violencia de género se produce tras las paredes del hogar, sin testigos presentes, y que no siempre se denuncia de inmediato, lo cual dificulta alcanzar el convencimiento suficiente para romper la presunción de inocencia que  ampara al hombre denunciado. A pesar de estos factores limitantes, y de la necesidad de contar con elementos de prueba muy sólidos, el porcentaje de sentencias condenatorias, como apunta el informe, es del 63’4%.
Parece bastante claro, ¿no?, pues el posmachismo pasa de la realidad de un 63’4% de hombres condenados a la ficción de un 70’8% de hombres inocentes. Y se quedan tan a gusto, e incluso llaman a Tony Cantó para contárselo.
El mito de las denuncias falsas se alimenta con datos como este.  Pero no crean que se lo inventan de la nada, tienen que darle cierta verosimilitud, de lo contrario sería fácilmente cuestionable. Los posmachistas obtienen ese dato al sumar el número de sentencias absolutorias (que toman directamente como hombres inocentes, cuando en realidad significa “hechos no probados”, algo muy distinto “hechos a no ocurridos”), y el número de sobreseimientos (que igualmente toman por “hechos no ocurridos”, cuando las razones de la retirada de la denuncia está en la presión que sufren las mujeres).
He ahí la falacia de las denuncias falsas en la parte cuantitativa que sale del guiso numérico. Luego está la sopa de letras de los argumentos, que son bastante incongruentes y contradictorios, pero da igual, porque cada uno alimenta el mito con un razonamiento, y como de lo que se trata es de desgastar, no de hacer una valoración racional y profunda, todos resultan de utilidad. Veamos algunos de estos argumentos:
  • Se dice que la Ley Integral criminaliza a los hombres, y luego demuestran incongruentemente que la mayoría de los denunciados son absueltos. No parece que los criminalice mucho.
  • Comentan que más de la mitad de los hombres son condenados “por conformidad”, es decir, que reconocen los hechos sin necesidad de que se celebre el juicio. Pero luego van diciendo que la mayoría de los hombres son condenados por la presión de la “ideología de género”.
  • Ignoran los estudios del CGPJ y de la FGE que evidencia que las denuncias falsas representan menos del 1% de las denuncias. Con diferencia el delito con menos denuncias falsas. Ellos prefieren sus "maravillosos" datos.
  • Intentan mostrar la situación como un problema general, pero al final terminan  hablando de su “caso personal”, bien porque se sienten víctimas de una denuncia falsa (algunos hasta con condena), y otros (y otras) porque conocen a alguien que la ha sufrido.
  • Presentan las denuncias falsas como un instrumento para quedarse con la casa, con los hijos y para facilitar la separación, cuando según los datos del CGPJ apenas se adoptan medidas civiles sobre los menores y el uso del domicilio,  y cuando la inmensa mayoría de las mujeres salen de la violencia  a través de la separación, no de la denuncia (73%, según la Macroencuesta de 2011).
La sopa de letras da para alimentar a un regimiento, pero como un botón sirve de muestra, valga la cucharada de los datos recogidos y la evidencia de sus contradicciones corrosivas dirigidas a desgastar todo lo que supone la igualdad y el trabajo para erradicar la violencia de género.
Lo curioso es que, además, luego dicen que quienes manipulamos e intentamos imponer nuestra ideología desvirtuando la realidad somos quienes trabajamos con datos objetivos para conseguir una sociedad mejor, que sólo puede pasar por convivir en paz y en igualdad. Y es que los cantos rodados siempre van ladera abajo, como la piedra de Sísifo.


Miguel Lorente Acosta, antes y después de escribir su artículo


No se pierdan los comentarios de los lectores si leen el artículo en el EL PAÍS, porque dejan en evidencia a este sujeto manipulador e indocumentado, capaz (por ejemplo) de interpretar que, si hay menos mujeres denunciantes que hombres denunciados, ello significaría que "hay muchos hombres (58.200) que han maltratado a más de una mujer", cuando es obvio que la deducción lógica sería completamente diferente: habría que concluir que muchas mujeres han denunciado a varios hombres distintos...
Debemos agradecer especialmentelos los comentarios del lector que se hace llamar 'Crudo', pues además de la precisión anterior ha introducido en el debate de ese post los datos que Lorente Acosta ha ocultado:
  • Continúa usted su manipulador artículo OCULTANDO el número total de sentencias, y refiriéndose sólo a porcentaje de sentencias condenatorias. Pues bien, déjeme que le recuerde ese importante número que usted, ¿accidentalmente?, olvidó añadir: Número de denuncias, 1.034.613. Número de sentencias: 328.045. ¿No ve usted un importante desfase entre denuncias y sentencias? De un millón de denuncias, SÓLO UN TERCIO LLEGA A JUICIO. Y de las que llegan a juicio, EL 40% SON ABSOLUTORIAS. Es decir, de un millón de denuncias, 207.997 acaban en condena. Un 20%. Y de ese 20% de sentencias condenatorias, el 60% de ellas, lo son por el artículo 153 CP: “menoscabo psíquico, lesión no definida como delito, o maltrato sin lesión”. Es decir, un insulto o un empujón puntual. Porque el maltrato habitual viene tipificado por otro artículo. Recapitulemos: De un millón de denuncias, sólo hay 200.000 condenas, y de estas, 120.000 lo son por un insulto o un empujón.

El feminismo sectario, sin embargo, no ha tardado en ponerle a Lorente Acosta el traje victimista con el que se visten (su uniforme de trabajo). Y sin el menor rubor llaman "agresores machistas" a sus críticos, que en realidad le han respondido con datos y argumentos que justifican perfectamente las acusaciones que le hacen.



En torno a este asunto de la violencia de género sin duda conviene tener presente el triángulo "diabólico" de Karpman, en el que se ha quedado enganchado Lorente Acosta. Le vendría bien superar tanto resentimiento. Es una sugerencia general, pero especialmente para quienes quieren verle ahora como "víctima", para quienes le aplauden habitualmente disfrazado de "perseguidor" y, sobre todo, para las presuntas "víctimas" que agradecen sus servicios bajo la máscara de "salvador". No se dejen atrapar en ese triángulo...


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