Clara Menéndez (pincha) es profesora de Investigación.
Es coordinadora del Programa de Salud Materna y Reproductiva en el Centro de
Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB), Hospital
Clinic/ Universitat de Barcelona y Centro de Investigaçao em Saude de
Manhiça (CISM), Mozambique. Y es Premio Príncipe de Asturias de Cooperacion
Internacional.
EL PAÍS ha publicado hoy un artículo de opinión de esta investigadora (pincha) que reproduzco íntegramente más abajo. Se titula Si los hombres tuvieran que parir..., y sus tesis son básicamente dos:
- "El desequilibrio de géneros en el liderazgo de la investigación científica y médica puede influir en la priorización de la investigación y, por tanto, en el efecto de la misma. La ausencia de la participación femenina en posiciones de liderazgo contribuye a que la investigación prioritaria se guíe por el carácter masculino, lo que permite pensar que afecta al modo en que se tratan los temas específicos de la mujer". "¿Se habría acelerado la aplicación de la anestesia epidural en el parto si hubiera habido más mujeres liderando la investigación y la práctica médica? Se podría especular que sí".
- "Es necesario un cambio de actitud tanto por parte de los hombres como de las mujeres para lograr la igualdad de género en la investigación". "Aun no siendo una medida popular, alcanzar este objetivo va a requerir el establecimiento de cuotas, es decir, discriminación positiva. Se trata de que a méritos equivalentes se favorezca la elección del sexo menos representado". "Está demostrado que la falta de diversidad en la toma de decisiones lleva a resultados más bajos de lo esperado y a una mentalidad de pensamiento de grupo (group think) que se refleja en la tendencia a minimizar conflictos, así como a tratar de llegar a acuerdos sin un análisis crítico de las ideas propuestas. La falta de equilibrio de género es aún más grave cuando se refiere a la investigación, ya que esta se basa en la innovación y en la generación de nuevas ideas, lo cual se estimula y fomenta en ambientes diversos y no uniformes". "Cambiar la situación actual depende de que todos estemos convencidos de que romper la barrera entre géneros en el liderazgo de la investigación es, ante todo, una cuestión de justicia, que, además, mejorará la eficiencia de la investigación, beneficiando el progreso científico y, por tanto, a toda la sociedad".
Retomando el título y sus dos tesis, entendemos entonces la última oración de su artículo: "Quizás así logremos que futuras madres no solo en España sino también en
lugares menos favorecidos se enfrenten a la maternidad con menos temor".
Su tesis número 1 es una tesis con aspiraciones científicas, pues está aparentemente basada en hechos. Sin embargo, es una tesis falsa. Los hechos la contradicen clamorosamente. Sin salir de España y sin tener que ir en busca de ejemplos que no salten a la vista. Veamos: el suicidio es la principal causa de muerte no natural en España (por encima de los accidentes de tráfico). Las causas de ese hecho no son azarosas, sino que han de investigarse desde la Sociología, pues se trata de un hecho sociológico. Pues bien, ocurre que el 80% de los que se suicidan en España son varones. Otro hecho sociológico.
Como he anunciado antes, pego debajo el artículo publicado hoy en EL PAÍS:
TRIBUNA: CLARA MENÉNDEZ
Si los hombres tuvieran que parir...
El ejemplo de la medicina sirve para ilustrar el desequilibrio que hay entre hombres y mujeres en posiciones de liderazgo en el ámbito profesional. Esto puede influir en las prioridades en los temas de investigación
CLARA MENÉNDEZ 09/09/2011
Hay frases que se escuchan con frecuencia en las salas de dilatación de
los servicios de obstetricia: "Si los hombres tuvieran que parir el
mundo se habría acabado... o la anestesia epidural se habría inventado
hace un siglo y sería obligatoria y gratuita". Pero en España el uso
habitual de la anestesia epidural en el parto en los hospitales públicos
tiene apenas 15 años; si bien para la mayoría de las mujeres que dan a
luz en el mundo este es un procedimiento impensable.
¿Se habría acelerado la aplicación de la anestesia epidural en el
parto si hubiera habido más mujeres liderando la investigación y la
práctica médica? Se podría especular que sí.
El ejemplo de la
medicina es uno de los más ilustrativos del desequilibrio que existe
entre hombres y mujeres en cuanto a las posiciones de liderazgo que
ocupan en el ámbito profesional. Según el último informe de la OCDE, en
España el 64% de los médicos menores de 35 años son mujeres, la cifra
más alta de la OCDE; y, sin embargo, solo el 12% de los puestos de
dirección en el ámbito sanitario y menos del 4% de los catedráticos de
Medicina o directores de centros de investigación lo son. En la
investigación científica el escenario es muy parecido, con un mayor
número de mujeres en los puestos de asistente de investigación y escasez
en los de profesores. Entre las razones que se apuntan para explicar la
progresiva feminización de la medicina y la investigación biomédica,
está la emigración de los hombres hacia profesiones más lucrativas,
socialmente más reconocidas y que, además, por lo general requieren
menos formación, como la informática o las finanzas. Curiosamente, el
debate sobre la feminización de la salud en general se está centrando en
su impacto negativo en lo económico -más bajas por maternidad, más
sustituciones-, mientras que el desequilibrio entre número y liderazgo
en cuanto a su impacto social -lo cual significa dar prioridad a los
problemas de salud- es ignorado.
El desequilibrio de géneros en el
liderazgo de la investigación científica y médica puede influir en la
priorización de la investigación y, por tanto, en el efecto de la misma.
La ausencia de la participación femenina en posiciones de liderazgo
contribuye a que la investigación prioritaria se guíe por el carácter
masculino, lo que permite pensar que afecta al modo en que se tratan los
temas específicos de la mujer. Las enfermedades cardiovasculares son un
ejemplo de cómo la prevención, detección y manejo de la enfermedad
están influidas por la diferente percepción del riesgo por parte del
médico: se asume que las mujeres tienen menos posibilidades de padecer
estas enfermedades y, por tanto, reciben menos atención. Está por
comprobar si esta infravaloración del riesgo resulta en una mayor
mortalidad evitable por causas cardiovasculares.
La mortalidad
materna es quizás el mejor ejemplo de cómo el predominio masculino en la
investigación en salud global puede influir en la toma de decisiones:
es el único Objetivo de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas
que apenas ha cambiado en los últimos 20 años. A pesar de su relevancia
como indicador de salud pública, rara vez forma parte de la agenda
internacional de investigación en salud. ¿Podría un incremento en el
número de mujeres líderes en la investigación en salud global situar la
salud materna como tema prioritario y cambiar así la inaceptable
situación actual?
Es discutible que una participación más
equilibrada de género en el liderazgo de la investigación no afecte a la
priorización o al enfoque de la misma. Sin embargo, ejemplos de otras
actividades de la sociedad sugieren que una mayor diversidad de género
suele tener un efecto positivo. Por ejemplo, el incremento de la
participación femenina en posiciones de liderazgo gubernamentales ha
resultado en un aumento de la atención dedicada a solucionar problemas
que afectan principalmente a las mujeres. Del mismo modo, la
participación femenina en los consejos de administración de las empresas
ha derivado en una mayor pluralidad en la aproximación a los problemas y
propuesta de soluciones. Está demostrado que la falta de diversidad en
la toma de decisiones lleva a resultados más bajos de lo esperado y a
una mentalidad de pensamiento de grupo (group think) que se
refleja en la tendencia a minimizar conflictos, así como a tratar de
llegar a acuerdos sin un análisis crítico de las ideas propuestas. La
falta de equilibrio de género es aún más grave cuando se refiere a la
investigación, ya que esta se basa en la innovación y en la generación
de nuevas ideas, lo cual se estimula y fomenta en ambientes diversos y
no uniformes.
¿Se puede hacer algo más desde el ámbito individual?
Es necesario un cambio de actitud tanto por parte de los hombres como
de las mujeres para lograr la igualdad de género en la investigación. El
tan mencionado techo de cristal en la promoción de la mujer a
puestos de liderazgo y responsabilidad se ha explicado desde una óptica
reduccionista, apelando a las dificultades de conciliación entre la vida
familiar y profesional que fundamentalmente afectan al sexo femenino.
Siendo esto cierto, no es la única explicación de la existencia de este techo.
La menor consideración hacia las mujeres en la selección de puestos de
responsabilidad es parte de un círculo vicioso en el que los hombres
solo ven a otros hombres para dichos puestos. Por otro lado,
ellas también deben cambiar su frecuente resistencia a la autopromoción y
volverse más visibles. Por ejemplo, deberían aprender a crear redes de
contactos, algo que los hombres desarrollan con rapidez y practican con
éxito, y que son instrumentos fundamentales a la hora de considerar a
candidatos para determinados puestos, sobre todo de liderazgo.
Todas
estas medidas pueden ser aún insuficientes para conseguir la igualdad
de género en el corto o incluso medio plazo. Aun no siendo una medida
popular, alcanzar este objetivo va a requerir el establecimiento de
cuotas, es decir, discriminación positiva. Se trata de que a méritos
equivalentes se favorezca la elección del sexo menos representado. Esta
estrategia fue introducida en los países escandinavos, donde, por ley,
las empresas públicas o que reciben financiación pública tienen que
tener un mínimo del 40% de representación de cada género. El caso de
Noruega es un ejemplo de cómo la aplicación de la ley de cuotas ha
logrado el objetivo esperado con un aumento significativo en la
proporción de mujeres en los consejos de administración desde el 7% al
44% en ocho años. El caso noruego, con una de las tasas de natalidad más
altas de Europa, es también un ejemplo de cómo la conciliación
familiar/laboral no es un problema cuando existen los medios adecuados
que la facilitan; solo se necesita priorizarlos, lo cual viene
seguramente impulsado por la presencia de mujeres en los puestos de
liderazgo. En España la Ley de Igualdad se introdujo en 2007, pero es
una normativa tímida que se limita a recomendar a las empresas la
representación equilibrada de géneros en sus consejos de administración.
Está por ver si cumplirá su objetivo de aumentar dicha representación
para 2015 desde el 8% actual, bastante inferior al 12% de la media de la
UE.
La aplicación de cuotas en la dirección de la investigación
médica y científica puede tener aún más detractores que en las empresas,
pero es posiblemente la única solución para en un plazo medio de tiempo
reducir el actual desequilibrio que no se justifica por la falta de
mujeres adecuadamente formadas para ello. Cambiar la situación actual
depende de que todos estemos convencidos de que romper la barrera entre
géneros en el liderazgo de la investigación es, ante todo, una cuestión
de justicia, que, además, mejorará la eficiencia de la investigación,
beneficiando el progreso científico y, por tanto, a toda la sociedad.
Quizás así logremos que futuras madres no solo en España sino también en
lugares menos favorecidos se enfrenten a la maternidad con menos temor.
Clara Menéndez es profesora de Investigación.
Coordinadora del Programa de Salud Materna y Reproductiva. Centro de
Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB), Hospital
Clinic/ Universitat de Barcelona y Centro de Investigaçao em Saude de
Manhiça (CISM), Mozambique. Premio Príncipe de Asturias de Cooperacion
Internacional.
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